|
|
Hace unos
días se cumplieron los primeros 10 años sin Mario Benedetti, el poeta,
novelista, ensayista y traductor que falleció el 17 de mayo del 2009 y en el
2020 se conmemorará el centenario de su nacimiento en Paso de los Toros, el 14
de septiembre de 1920.
El escritor
uruguayo fue durante su prolongada carrera literaria un hombre preocupado por
la labor y el compromiso del escritor en lo socio-político en América Latina.
En una de sus obras publicada la primera edición en 1974 en Argentina,
titulada: El escritor latinoamericano y la revolución posible, Benedetti hace
una dura crítica al denominado grupo de la Mafia literaria mexicana, en un
apartado que titula: Mafia, literatura y nacionalismo.
Después del
esnobismo crítico y el frívolo internacionalismo impuesto durante largos años
por la mafia intelectual, los escritores mexicanos por fin se han puesto serios
y han empezado a discutir sobre algunos temas tan importantes como la relación
entre el escritor y la política, o nacionalismo y cultura mexicana.
Con bastante
atraso han empezado a llegarnos algunas instancias de esa polémica, y en las
mismas es posible reconocer ciertas cicatrices que aquella frivolidad y aquel
esnobismo dejaron en la vida cultural mexicana; cicatrices visibles aún ahora,
cuando las circunstancias obligan a una reflexión más rigurosa y madura.
La mafia
mexicana fue y todavía sigue siendo una experiencia casi única en América
Latina. Octavio Paz es su dios; Carlos Fuentes, su profeta. Entre sus miembros
más conspicuos figuran el pintor José Luis Cuevas, y escritores talentosos como
Carlos Monsiváis, Juan García Ponce, Fernando Benítez, Tomás Segovia, Salvador
Elizondo, José Emilio Pacheco, Marco Antonio Montes de Oca y prácticamente la
primera línea de la literatura mexicana más publicada y publicitada.
Tanto en sus
diálogos (públicos o privados) como en sus textos, la mafia usó un lenguaje que
tenía sus claves, y de alguna manera hacía cómplices a sus miembros, de una
actitud que llevaba implícito un menosprecio hacia las masas populares y sus
reacciones primitivas o despojados silencios. Por otra parte, la sede natural
de estos escritores no era Puebla o Guanajuato, sino la equidistante París. La
“Zona Rosa” es en rigor una nostalgia europea.
Para
Benedetti: En términos ya no literarios, sino humanos, todo es recuperable, y
no hay por qué descartar que la mafia aprendiera algún día su lección de
humildad.
Pero sobre
todo no hay que descartar que esa experiencia detonante, espectacular,
fragorosa, sirva como canjeable lección a los jóvenes intelectuales y artistas
mexicanos, y los acerque definitivamente a lo más auténtico y más válido de la
literatura mexicana actual.
Me refiero a
Juan Rulfo, claro. Mucho se ha murmurado sobre las diversas causas que puedan
haber impedido que Rulfo, autor dos libros excepcionales (El llano en llamas y
Pedro Páramo), haya continuado esa faena impar.
Pero ¿a
nadie se le ha ocurrido pensar que el gran mariachi armado por la mafia
puede haber sido un factor de inhibición
para el mejor narrador de América Latina?
A esta
altura, y aunque las condiciones cambien, ya parece difícil que el creador de Comala retome su mundo prodigiosa e inevitablemente
mexicano. Tengo confianza, sin embargo, en que el tan aguardado “tercer Rulfo”
sea en definitiva escrito por los jóvenes que no sólo pasaron por Comala, sino también por Tlatelolco.
Una muestra
más de la opinión que tenía Mario Benedetti sobre Octavio Paz, son las
declaraciones que hizo la poeta uruguaya Ida Vitale
en mayo del 2018 a la Agencia France Presse (AFP). La
galardonada con el Premio Cervantes dijo que cuando estaba a punto de exiliarse
en México, se encontró en Buenos Aires con el escritor uruguayo Mario Benedetti
quien le dijo:
“Cuidado
porque ahí, en México, puede ocurrir que te encuentres con Octavio Paz: ten
cuidado”, le advirtió él. En ese momento empezaron las “discrepancias
ideológicas” con Benedetti, quien había encabezado el radical Movimiento 26 de
Marzo, brazo político del Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros.
(MLN-T).
Ida Vitale le aseguró que la “generación no marca por su
posición frente a la política”, porque “eso no es tan importante desde el punto
de vista literario”. La poetisa recuerda a un Octavio Paz con una enorme
capacidad de trabajo, “de estar siempre presente en temas desde muy amplios e
importantes a otros pequeños, pero que los respetaba igual. Actuaba con mucho
sentido de solidaridad”.
Ida Vitale fue invitada e una actividad cultural que se realizó
en Montevideo, en el Liceo 47 Hugo Batalla, denominada: “Día del libro en el
oeste. 10 años sin Mario Benedetti e Idea Vilariño”.
Esta última otra poetisa, ensayista y crítica literaria extraordinaria,
perteneciente a la Generación del 45 al igual que Benedetti e Ida. Leyó rodeada
de adolescentes, algo de su última obra Shakespeare Palace- Mosaico de mi vida
en México- y evocó su experiencia de exilio que duró 11 años en este país.
“Este libro
tiene que ver con los años que pasé allí y trata de una manera de corresponder
a la enorme generosidad de México, que cada vez que ha habido problemas
políticos en otros países, ha recibido de brazos abiertos a quienes han
necesitado radicarse allí”.
Cuando Ida Vitale recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas
Romances en el 2018 en Guadalajara- Jalisco, recordó y agradeció en su discurso
a Octavio Paz: “Él no sólo era un gran maestro sino un humano generosísimo”. |
|
|