El alcohol no es buen amigo
Edgar Tarazona Angel


En memoria de un querido amigo


Luis, llamado Tequila por su adicción a las bebidas alcohólicas, era un hombre solitario, compartía actividades ocasionales con los vecinos de la barriada más nunca entabló una relación de amistad con nadie; tampoco se supo de novias o amantes y, en general su vida fue un misterio para todos los que tuvimos contacto con él.

Jamás nombró familiares o alguien que remotamente pareciera una relación íntima; decía cuando se le preguntaba y decidía dar una corta respuesta que su único y verdadero amigo era el alcohol, en todas sus presentaciones; por eso se le veía solo en diferentes sitios de expendio de bebidas espirituosas bebiendo cerveza, vino o trago de diferentes clases: aguardiente, ron, whisky barato, tequila (su trago preferido y por eso el apodo), en fin, todo lo que contuviera a su amigo alcohol.

A cualquier hora que uno se topara con Tequila sentía el tufo alcohólico, él lo miraba a uno como pensando “este quien será” porque siempre andaba bajo los defectos de la bebida, pero como cosa curiosa nunca se veía tambaleante y caído de la perra (así le decimos en Colombia al que está en una tremenda borrachera que ni sabe cómo se llama).

Con el paso de los días su mejor “amigo” comenzó a fallarle, le temblaban las manos y se quejaba de dolor de cabeza y de la boca del estómago, pero no acudía al médico porque decía que “enfermedad que no cure el trago es cáncer” y seguía con su rutina permanente de ingerir licor.

Todos pensábamos lo mismo, aunque sólo lo comentábamos en privado con los amigos más allegados. ¿Hasta cuándo su cuerpo le aguantará…” Yo no les decía que él me consideraba su único amigo en el mundo, pero nuestros encuentros y conversaciones eran ocasionales y nos limitábamos a temas banales como el clima y la situación internacional. Evitaba hablar de la política nacional y no mostraba afecto por un deporte o afición.

Lo que más me impresionaba de él eran sus conocimientos sobre arte y literatura. Hablaba con propiedad de música clásica, los maestros del impresionismo y la literatura en general; ¿de dónde sacaba tantos saberes si nunca se le veía un libro? Bueno, es que nadie había entrado en su vivienda y sólo después de su partida se conocieron sus secretos.

Un día nos encontramos por casualidad y me invitó a tomar una cerveza, fue muy claro e insistió que sólo una. Entramos a un pequeño bar que tenía un reservado y Luis alias Tequila me dijo: “hermano, hasta hoy llego yo” y echó un sobre de polvo blanco en el vaso de la cerveza, prendió su infaltable cigarrillo y me dijo que el alcohol era el peor amigo de los seres humanos, y bebía del vaso pequeños sorbos

Como a los quince minutos se terminó la cerveza, se estaba poniendo colorado y se le dificultaba respirar, entonces me dijo: “acabo de consumir cianuro, la vida para mí no tiene ningún aliciente… el alcohol es un enemigo…” y se fue de este mundo con una sonrisa que nunca le vi cuando estaba vivo.