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Cuando
era niña su madre le leía cuentos de hadas donde siempre había un príncipe azul
que por algún motivo había sido hechizado y convertido en sapo. Esas historias
aparentemente ya estaban en el olvido. En su adolescencia sufrió
decepciones amorosas, como le ocurre a todos los jóvenes del mundo, hasta que
en su vida apareció el que debía convertirse en el amor de sus amores. Se
casaron y el romance no duró porque él la abandonó por una contorsionista de un
circo que pasó por el pueblo. Purita, que así se llama
nuestra dama (por no decirle Purificación que es el nombre que figura en la
partida de bautismo), entró en una profunda depresión que la llevó casi al
suicidio y fue internada en una clínica psiquiátrica. De allí salió obsesionada
por los relatos maravillosos de su niñez y se convenció de la existencia de los
príncipes azules. Poco a poco perdió la
lucidez que le quedaba y deambulaba por los campos buscando sapos a los que
besaba con amor esperando que se transformaran en un príncipe que la amara. |
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