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Mi amigo Cándido, este su
verdadero nombre, un enamorado del amor. Cada vez que encontraba una pareja,
que no era muy frecuente, decidía que esa sí era la mujer de su vida y se
entregaba, como se dice, en cuerpo y alma hasta que, aburrida la mujer de turno
de tanta entrega y zalamería lo despachaba sin contemplaciones. Esta historia se repetía
una y otra vez y él sufría unos días o semanas hasta que encontraba,
nuevamente, la mujer perfecta de sus ilusiones. No hay mal que dure cien años y
donde menos se piensa el demonio del amor aparece. A su lugar de trabajo
llegó una nueva secretaria y Cándido quedó flechado desde que la vio entrar con
su carita de niña y cuerpo de demonia. Él tenía un
alto cargo en la pequeña empresa y el presidente de esta le asignó como
asistente a la recién llegada. Casi le da un paro cardiaco y por poco no
recupera el habla cuando de la presentó su superior. Lo que se ha de complicar
se complica y esta vez no podía ser diferente; la chica con cara de yo no fui
coqueteaba con disimulo con varios empleados, pero en especial con su jefe
inmediato. La atracción, aparentemente mutua se formalizó y los dos empezaron
un romance disimulado que no pasó desapercibido para nadie. Lo que todos
ignoraban era que el hombre, pobre hombre, ya no tenía vida causa de los celos
y el coqueteo de la chica. Él entró en una tremenda
depresión bipolar y fue necesario internarlo en una clínica psiquiátrica a
donde ella fue la primera semana y luego… nada. Con el paso de las semanas fue dado
de alta y al regreso al trabajo descubrió el escritorio de su amada ocupado por
otra mujer vieja y fea. Para los que no lo saben
la droga psiquiátrica es un medicamento controlado y esto significa que cada
mes el terapeuta da una receta por treinta píldoras, ni una más, y cada mes se
repite la dosis. Mi amigo en silencio se consumía en ansiedad por ver a su
amada ausente pero nadie sabía de su paradero. Un sábado compró una
botella de un whisky 12 años y se encerró en su apartamento. El lunes no asistió
al trabajo y tampoco el martes. Como era un empleado cumplidor se preocuparon y
fueron a su apartamento a buscarlo. Lo encontraron acostado boca arriba, con
una sonrisa enamorada, la foto de su amada en sus manos, la botella de licor
casi vacía y la cajita de las treinta píldoras, que reclamó el sábado, vacía. |
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