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Algunos de mis artículos están sacados de la realidad
y este es uno de ellos; su protagonista es un amigo mío que aun
vive y fui su confidente pero, hace como quince años que no lo veo. Además me
autorizó, desde esa época, a publicar sus aventuras amorosas para
ejemplo de las nuevas generaciones. Lo digo porque por esos tiempos no había la
mínima libertad sexual y cada uno se defendió como pudo. Debo decir ahora,
después de tantos años, que siempre hay alguien disponible para compartir cama.
Por extraño que parezca Juan (es un nombre ficticio)
huía de las mujeres bonitas y su razón era que su primer gran amor, una chica hermosa
que lo ilusionó, lo traicionó con su mejor amigo. Desde entonces se hizo la
promesa de no encapricharse de ninguna mujer bonita por temor a una nueva
traición; eso dijo pero reincidió dos veces con idénticos resultados. Bueno,
después de la primera traición se dedicó a conquistar mujeres feas al principio
pero, después de su segundo desengaño, féminas defectuosas y luego de la
tercera caída, francamente monstruosas.
Empezó tu tarea de seductor con la más fea del pueblo,
más se demoró en declararse que la chica en aceptarlo y es que, como se decía
entre nosotros, esa cara a cualquier precio es cara. Ella se apegó a Juan de
manera enfermiza, lo seguía a dondequiera y obedecía todos sus caprichos y
claro, el aprovechó para tener sus primeras relaciones sexuales con ella. Por
el tiempo en que comienza esta historia éramos jóvenes de 16 o 17
años y tener sexo era casi imposible sin ir a la ciudad cercana donde las
putas. Como no había otra posibilidad, muchos se casaban sólo por tener
relaciones sexuales con frecuencia y sin trabas.
Se relación con la feúcha del pueblo del pueblo duró
como dos años pero mi amigo no se descuidaba y rondaba las campesinas y las
sirvientas de las casas acomodadas pero solo si eran feas, por temor a
encapricharse. Olvidaba decir que el tipo tenía buena presencia y algo de lo
que carecíamos la mayoría: dinero. Era hijo de uno de los hombres ricos y el
dinero nunca faltaba en sus bolsillos para lo que fuera, como ir a la ciudad a
putear. En una de esas idas se encontró con su segunda hermosa que en realidad
no lo traicionó, desde el principio le ocultó que tenía novio y cuando Juan lo
supo casi se suicida.
Juan le reclamó y ella se limitó a decirle que si no
le gustaba que se fuera… y así lo hizo llorando como un pendejo. Y llegó
la fecha en que terminamos el bachillerato en el colegio parroquial; los que
teníamos posibilidades económicas viajamos a la capital a estudiar. Como yo era
su mejor amigo compartimos habitación en un hotel para estudiantes de provincia,y por esta razón también
es que estoy enterado de su recorrido sexual de fea en fea. Comenzó con la
dueña del pequeño hotel, una vieja que parecía bruja, y por derecha enamoró a
su hija y las dos sirvientas. Varias tardes y algunas noches tuve que quedarme
en la calle dando vueltas mientras el se las tiraba
en nuestro cuarto. Muerto de la risa me contó que una noche se comió a la madre
y a la hija. Tal vez por eso nos echaron de allí, la vieja lo descubrió,
también por quejas de los padres de los otros muchachos que allí vivían.
Una manía de mi amigo era pedirles foto a todas sus
“novias y/o amantes” y orgulloso mostraba su colección. La mayoría de
compañeros universitarios no se explicaban de qué se enorgullecía y se burlaban
a sus espaldas. De pronto, cuando menos se lo esperaba, se estrelló en la
universidad con la que sería su tercera traga de mujer hermosa. Una mañana iba
retardado para clase y entró corriendo al edificio, al cruzar una esquina se
estrelló con una chica que venía en sentido contrario y ambos cayeron al piso;
su reacción fue decirle unas cuantas groserías y recordarle su santa madre pero
cuando la joven lo miró quedó mudo; era la joven más hermosa que había visto en
su vida. Tartamudeando se disculpó y le dio la mano para ayudarla a parar. La
chica lo miró con unos ojos verdes inolvidables (yo también me enamoré de ella)
y aceptó sus disculpas. A él se le olvidó la clase y el resto del mundo y, como
la chica salía de la suya aceptó la invitación de tomar algo en la cafetería de
la U.
Como no quiero convertir este
artículo en una historia de amor resumo diciendo que se flecharon mutuamente y
ese amor duró hasta el final del semestre cuando ella regresó a su ciudad natal
y se casó con el novio de toda la vida. Juan esta vez si
casi se quita la vida, digo que casi porque la cuerda no soportó su peso y cayó
al suelo con el corazón destrozado y la moral vuelta mierda. No quiso terminar
su carrera pero no regreso a nuestro poblado, siguió mintiendo en su casa
acerca de sus estudios y recibiendo las mesadas para su manutención y
Universidad.
A partir de este desengaño ya
no confió ni en las feas normales y empezó relaciones sumamente raras. Empezó
enamorando a la vendedora de dulces de la esquina que era tuerta, después tuvo
amores y relaciones con una coja, una manca, una minusválida, en fin, cuanta
mujer con defectos notables encontraba por el camino de la vida pero, todas
eran de su edad o menores. Esto continuó hasta cuando su mente ya muy retorcida
empezó a buscar mujeres mayores y defectuosas.
Dejamos de vernos cuando
terminamos la carrera. Digo terminamos porque él, supuestamente, no interrumpió
nunca sus estudios y como empezamos al mismo tiempo, pues estábamos los dos de
grado. Por esos años no existían los celulares y la comunicación se hacia por carta o llamadas a teléfonos fijos, de manera que
nuestras confidencias fueron mermando. Hasta que un día me llegó una invitación
suya, se iba a casar con una mujer que jamás lo traicionaría y me nombraba
padrino. Yo acepté más por curiosidad que por amistad y asistí al juzgado el
día señalado. Casi me caigo de espaldas, ¡Qué mujer tan fea! Esa era la suma de
fealdad de todas las que le conocí en el pasado pero, lo vi satisfecho y a ella
feliz.
Lo abracé y le pedí un favor:
que no se reprodujera, que ya el mundo tenía suficientes horrores para sumarle
otros. Alzó los hombros y me dijo que no me preocupara por eso, que ella ya tenía seis hijos y todos trabajaban en el circo donde ella
era la atracción, era la mujer barbuda. Pensé: cuando el Demonio quiere perder
a alguien de veras que lo pierde. Después supe que había quedado viudo y vuelto
a casar con otro monstruo circense.
En sus cartas me contaba sus
aventuras de hombre infiel y dichoso, acompañaba estas con fotografías de su
colección internacional de feas. Dicen que cada persona es feliz a su manera
pero yo tengo mis dudas. Al fin y al cabo ese es el gusto de Juan.
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