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Los
gitanos se transportaban en un camión viejo y destartalado que andaba de
milagro, al fin y al cabo los susodichos gitanos tenían arregladores de todo,
incluyendo mecánicos, que arreglaban el cacharro. Había hombres y mujeres de
todas las edades en número de unos 18 o 20, no sé si eran los mismos cada año
porque las mujeres vestían las mismas faldas largas con blusas descotadas de
colorines y los hombres todos con carriel y sombrero parecidos y hasta el
bigote con el mismo corte. Ahora recuerdo que tenían acento paisa pero entre
ellos hablaban en un lenguaje extraño que sólo entendían ellos.
Las
mujeres gitanas rondaban por todo el pueblo buscando ingenuos que deseaban
saber su futuro y ellas les leían la suerte en la palma de la mano, leyendo el
cigarrillo o el tabaco o en las cartas de un naipe sucio por el uso. Muchos
borrachitos por mirar el escote de las gitanas jóvenes y hasta bonitas no se
daban cuenta de que unos dedos ágiles les robaban las carteras; y es que
algunas se dejaban echar el brazo por los hombros para que la otra robara al
cliente de turno (siempre andaban en pareja), no creo que se prestaran para
tener relaciones, además los gitanos eran muy celosos.
Y
¿qué hacían los gitanos varones? Con estos el cuento también tiene su enredo;
si encontraban pendejos para jugar a las cartas o el dado les pegaban una
estafada la verraca pues eran maestros de las trampas, soldaban ollas y
sartenes dañados con unos pegotes de soldadura de cobre impresionante (trataré
de buscar fotos para que los jóvenes entiendan. Ahora olla que se daña se va
para la basura, en esa época no, para eso estaban los que soldaban). Otros
gitanos negociaban con caballos y burros y también se las sabían todas para
engañar a los incautos, no sé que les hacían a los
animales en la dentadura para que aparentaran menor edad de la que
tenían.
Pasadas
dos o tres semanas y después de esquilmar a medio pueblo, desaparecían de la
misma manera que llegaban, cualquier día los madrugadores que pasaban ´por el
potrero de Bavaria ya no encontraban las carpas y lo único que dejaban eran las
piedras de los fogones y regueros de basura. Olvidaba contarles que cuando los
niños no se tomaban la sopa o eran desobedientes nos amenazaban con regalarnos
a los gitanos; creo que todos los de mi época les teníamos miedo, pero la
curiosidad de esa edad es muy grande y no aguantábamos las ganas de acercarnos
a curiosear, pero tan pronto una de ellas nos veía y se acercaba salíamos
corriendo.
Así
como esta tribu de gitanos llegaba al pueblo y luego desaparecía, parece que lo
mismo desapareció de Colombia, Hace muchos años dejé de verlos. Recorrían el
país con sus engaños y triquiñuelas y de pronto, nada, se esfumaron del
mapa. |
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