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Recibieron de herencia una casa en el campo
de la que se decía estaba habitada por un fantasma, como los herederos mayores,
creyentes en espantos y aparecidos, jamás quisieron tomar posesión de la
propiedad, ahora, muchos años después un grupo de nietos decidió posesionarse
de la casona de los ancestros.
Por diferentes circunstancias el viaje se
demoró y llegaron en medio de la lluvia la frente de la casa. No vieron nada
extraño, era una vivienda normal en el campo, de esas que correspondían a los
patronos: dos pisos, corredores amplios con barandas, muchas habitaciones y un
jardín descuidado por falta de mantenimiento. Esto fue lo que observaron
alumbrando con la linterna.
Cuando iban a meter la llave en la
cerradura la puerta se abrió y una linda niña de unos doce años, con candelero
en mano les dio la bienvenida. Hace mucho los estaba esperando, sigan y se
quitan esa ropa mojada, les dijo. No hay luz eléctrica porque la cortaron por
falta de pago hace varios años y aquí vivo sola esperando que alguien de la
familia venga de visita.
Se miraron asombrados porque siempre habían
escuchado que la casa estaba abandonada y nadie quería vivir en ella. Pero la
sonrisa tierna y la voz encantadora de la niña los tranquilizó y se secaron y cambiaron
de ropa en los cuartos que ella les indicó. No les ofreció nada de comer ni de
beber porque la despensa estaba vacía y la estufa se notaba que no se usaba
quien sabe desde cuando.
Al otro día recorrieron la casa y la
pequeña finca extrañados por la ausencia de la niña
bonita. Pasaron el día curioseando y comieron de los víveres que llevaban en el
carro, como suele pasar con los jóvenes, su curiosidad los hizo buscar en los
armarios y baúles, llenos de ropa vieja y a punto de desbaratarse comida por
las polillas y ratas. En una pequeña urna hallaron documentos que no les
interesaron y fotografías de los antepasados. De pronto apareció una foto en
blanco y negro que representaba la niña que tan amable lo recibió la noche
anterior.
En la parte posterior de la foto decía
“Amelia Angel de Baquero, fallecida a los trece años al dar a luz su
primogénito, QEPD”. La verdad no se asustaron, ¿así
que este era el fantasma? Una linda bisabuela muerta hacía más de cien años. Y
ahora ya podía tener visitas, claro que volverían.
NOTA: este cuento está basado en una
historia real que circula en mi familia. Cambié un poco el nombre de la
bisabuela. |
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