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Se ha escrito mucho sobre Este libro, en concreto, tiene unas
características muy definidas: es muy cortito, apenas ciento y pico páginas, y
se divide en cuatro relatos que se pueden leer de forma independiente aunque
entre ellas existe un hilo de unión. Lo que une a estas cuatro historias es
que todas tratan sobre los perdedores, todos los protagonistas son vencidos:
por la guerra, por la vida o por su propia conciencia. Las historias de “Los girasoles
ciegos” se desarrollan entre los años 39 y 42, en la inmediata posguerra.
Cualquiera de estas historias pudo ser real o no, eso es lo de menos, en lo que
Alberto Méndez incide no es en la crueldad de la guerra sino en la falta de
compasión que caracterizó a la posguerra. Y nos hace un aviso a las
generaciones posteriores en su nota inicial dónde afirma que “superar exige asumir, no pasar página o
echar en el olvido. En el caso de una tragedia requiere, inexcusablemente, la
labor del duelo, que es del todo independiente de que haya o no reconciliación
y perdón.” Para mí, la gran originalidad de “Los
girasoles ciegos” reside en el estilo, una prosa poética descarnada que te
mueve algo muy dentro. Es curioso que esta terrible historia de derrotas la
haya escrito precisamente Alberto Méndez, madrileño que trabajó siempre cerca
de las editoriales pero que nunca publicó, éste es su primer y último libro, su
único libro publicado. Poco después de su publicación Alberto murió con apenas
62 años. Recibió, ya después de su muerte, el Premio Nacional de Narrativa. No
sé si podríamos hablar de la última derrota de Alberto Méndez o de una victoria
póstuma. Para tentar a los reticentes, un
extracto de la tercera derrota: Pudo
recoger su escudilla – o la de otro que iba a morir –
y, sin cenar, acurrucarse junto a la pared oscura y simplificar su desconcierto
soñando que era una sola cosa, cualquier cosa, pero una: animal, agua, piedra,
tierra, gusano, lágrima, cobarde, árbol, héroe…, y se quedó dormido sin tener
que explicarse por qué seguía viviendo. |
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