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Que Kafka es un autor diferente se descubre cuando le has
leído un par de páginas. Para comprender que es genial hay que
asimilar, y también valorar, en su justa medida, la sensibilidad de la
literatura de este tipo enfermizo con tendencias de pirómano. Siempre pensé
que sus obras mas reconocidas eran “La metamorfosis”, que debo
confesar no me impresionó, pese a la fama que tiene, “El
proceso”, que es para mí un libro imprescindible y actual, y
“El castillo”, que he empezado a leer muchas veces pero siempre lo
dejo, y cada vez antes. Me agobia demasiado. Un día,
curioseando en mi librería favorita del barrio, encontré un
volumen para mí desconocido. Decidí comprarlo porque estaba de
oferta, pero también por el respeto que me merecía el autor. Me
llevé una gran sorpresa al ver la portada del libro, un barco. Y el
título, nada menos que “América”. Parecía todo
como muy aventurero, muy alegre, para este escritor checo, siempre tan
pesimista y aferrado a la dificultad. Poco después supe que era una de
sus obras más famosas, y que como otras muchas se había salvado
del fuego gracias al gran amigo de Kafka que fue Max Brod. También
descubrí que el libro tenía otro título: “El
desaparecido”, bastante más turbio. Y por último, supe que
lo había escrito en un período relativamente optimista de su
vida. Después de
leerlo, debo confesar que sólo el último capítulo me ha
parecido vital y acorde a la impresión que me dieron las pastas del
libro. El resto me ha resultado el Kafka que
recordaba: retorcido, especialista (no sé si habrá otro como
él), en crear situaciones esquizofrénicas en las que el individuo
busca el bien pero sólo recibe palos y acaba perdido. Un verdadero
maestro de la agonía. De América, para mí, realmente poco.
Y de aventuras en barcos menos. El penúltimo capítulo me produjo
una claustrofobia como no recordaba. Pero no tengo menos
que recomendar la lectura de esta obra, basada en el viaje que emprende un
joven europeo al nuevo continente, dispuesto con su mejor voluntad a labrarse
un futuro en esa tierra de oportunidades, después de haberse creado
problemas en Europa. Kafka, esta vez en forma de Karl Rossmann, nos vuelve a
inquietar, a alterar. A hacer recordar. |
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