América (Franz Kafka)
Telmo Ródenas Cobo


Que Kafka es un autor diferente se descubre cuando le has leído un par de páginas. Para comprender que es genial hay que asimilar, y también valorar, en su justa medida, la sensibilidad de la literatura de este tipo enfermizo con tendencias de pirómano.

 

Siempre pensé que sus obras mas reconocidas eran “La metamorfosis”, que debo confesar no me impresionó, pese a la fama que tiene, “El proceso”, que es para mí un libro imprescindible y actual, y “El castillo”, que he empezado a leer muchas veces pero siempre lo dejo, y cada vez antes. Me agobia demasiado.

 

Un día, curioseando en mi librería favorita del barrio, encontré un volumen para mí desconocido. Decidí comprarlo porque estaba de oferta, pero también por el respeto que me merecía el autor. Me llevé una gran sorpresa al ver la portada del libro, un barco. Y el título, nada menos que “América”. Parecía todo como muy aventurero, muy alegre, para este escritor checo, siempre tan pesimista y aferrado a la dificultad. Poco después supe que era una de sus obras más famosas, y que como otras muchas se había salvado del fuego gracias al gran amigo de Kafka que fue Max Brod. También descubrí que el libro tenía otro título: “El desaparecido”, bastante más turbio. Y por último, supe que lo había escrito en un período relativamente optimista de su vida.

 

Después de leerlo, debo confesar que sólo el último capítulo me ha parecido vital y acorde a la impresión que me dieron las pastas del libro. El resto me ha resultado el Kafka que recordaba: retorcido, especialista (no sé si habrá otro como él), en crear situaciones esquizofrénicas en las que el individuo busca el bien pero sólo recibe palos y acaba perdido. Un verdadero maestro de la agonía. De América, para mí, realmente poco. Y de aventuras en barcos menos. El penúltimo capítulo me produjo una claustrofobia como no recordaba.

 

Pero no tengo menos que recomendar la lectura de esta obra, basada en el viaje que emprende un joven europeo al nuevo continente, dispuesto con su mejor voluntad a labrarse un futuro en esa tierra de oportunidades, después de haberse creado problemas en Europa. Kafka, esta vez en forma de Karl Rossmann, nos vuelve a inquietar, a alterar. A hacer recordar.