El principito (Saint Exupery)
Eva Molina López


El Principito comienza con una introducción del autor donde muestra un dibujo que realizó cuando era un niño en el que representaba una boa digiriendo un elefante. Nos cuenta cómo los adultos, en lugar de ver lo que él pretendía mostrar, decían que se trataba de un sombrero.

          Así comienza Saint-Exupéry su relato y nos da a entender que en el mismo momento en que abandonó su imaginación, se sumergió en el mundo de los adultos y de la “sensatez”.

          El libro nos cuenta cómo la experiencia del autor con el principito le hizo reencontrarse con el niño que un día fue y que ya había olvidado.

          El principito es un niño de otro planeta, que le cuenta todo lo que ha conocido en el Universo a lo largo de su viaje hasta la Tierra. Su vida, en su planeta de origen, era muy sencilla. Se limitaba a ocuparse de unos pequeños volcanes, a cuidar de una rosa presumida y egoísta y a impedir que unos gigantescos baobabs invadieran su diminuto planeta. Todo esto le hacía sentirse feliz.

          En contraposición a esta sencilla vida, nos cuenta cómo conoció a personas que se sumergían en tareas absurdas y que no les hacían felices. Conoció a un rey que consideraba al resto del mundo como súbditos de él; a un vanidoso para el que todos los demás eran admiradores; a un borracho que había olvidado el motivo por el que bebía; a un hombre de negocios que pretendía poseer las estrellas por el simple hecho de poseerlas; por último, conoció a un farolero con el que no estaba del todo en desacuerdo con su vida, pues se ocupaba de una tarea ajena a sí mismo, pero no le permitía ni un minuto de descanso.

          Al llegar a la Tierra, el principito nos hace reflexionar acerca de la importancia que el hombre le da al ser humano y nos hace ver que esta importancia es “relativa”. Una frase a destacar es la siguiente: “con los hombres también se está sólo”, le advirtió una serpiente.

          Más tarde, encontró un jardín de rosas idénticas a la que él tenía en su planeta. Se creía muy afortunado y esto le hizo sentirse desdichado. Al poco, entabló amistad con un zorro, que le hizo reflexionar sobre la palabra “domesticar”, que significa “crear lazos”. Y comprendió que lo que hace distinta a su rosa es que él la había hecho suya. También descubrió la otra cara de la amistad: la tristeza por la separación. Es entonces cuando se hace referencia a la frase principal de esta historia: “No se ve bien sino con el corazón. La esencia es invisible a los ojos”.

          Las personas, nos da a entender el autor, no se dan cuenta de lo esencial de la vida y pierden su vida en tareas absurdas que no les hacen felices. Únicamente los niños son capaces de darse cuenta de esto.

          La historia nos muestra el lado cada vez más tierno de la personalidad del principito y, como no podía ser de otro modo, tuvo que regresar a su planeta, permitiendo que la serpiente le inyectara su veneno, porque él no era de este mundo.

          Desde entonces, el autor nos cuenta cómo ha recuperado lo esencial en su vida, que había perdido tras dejar de ser niño.

         

El Principito nos hace reflexionar acerca de la importancia excesiva que el hombre da al ser humano. Esta importancia es “relativa”. Ampliando la idea del autor, existen muchas cosas en el mundo aparte del hombre desde hace más años que su propia existencia. Todo lo vemos desde nuestro punto de vista (el vanidoso ve al otro como un admirador, dice Saint-Exupéry). El hombre cree que sus habilidades son las mejores, las más adaptadas y que están por encima del resto de las especies que habitan la Tierra. Incluso las religiones occidentales consideran que somos dueños de la Naturaleza. Creemos que la inteligencia es lo que nos diferencia del resto de los animales. Parece cierto, pero ¿podemos afirmar sin lugar a duda que sólo nosotros poseemos inteligencia?. La inteligencia, al igual que el resto de las habilidades de las especies que existen, debe considerarse un recurso adaptativo. Tal vez para las aves, la capacidad de volar sea lo que les distingue del resto de las especies y consideren para sus adentros que son los dueños de la Tierra, al igual que lo pensamos nosotros.

          “Lo esencial es invisible”, dice el autor. Las relaciones con los demás y con el mundo que nos rodea, las tareas que nos mantienen ocupados y que nos hacen ocuparnos de otra cosa aparte de nosotros mismos, son las ideas que quiero resaltar de esta historia y que me hacen pensar en que tal vez no estemos viendo al “elefante dentro de la boa”, sino un sombrero.

 

El Principito es una visión un tanto pesimista del hombre. Parece ser que sólo el protagonista de la historia es capaz de recuperar al niño que una vez fue. No es coincidencia que la historia se desarrolle en el desierto. El resto de los hombres no parecen ser capaces de llegar a ver lo fundamental de la existencia, como si nunca hubieran sido niños. Pienso que todas las personas conocen y, de hecho ven, lo esencial de la vida, pero lo esencial de la vida implica ver también que ésta se termina. Al igual que el principito conoció la amistad y, al mismo tiempo, la tristeza de la separación, la persona que decide ver, lo verá todo: la vida y la muerte. ¿Por qué los niños ven lo esencial? Tal vez no sea del todo cierto y aún no se hayan dado cuenta de la existencia de la otra cara de la moneda. En mi opinión, es una cuestión de decisión. No una decisión de ver o no ver, sino de dar un paso más o no. Es decir, de niños vemos sólo la cara amable de la vida (los niños occidentales, por supuesto). Cuando empezamos a darnos cuenta de que todo tiene un final, nos tapamos los ojos. El siguiente paso consiste en destapar la mirada a pesar del miedo, o bien continuar ciegos. Esta ceguera, no obstante, no es absoluta. Lo esencial de la vida, aunque invisible, se quiere hacer notar cada vez con más insistencia, por lo que es necesario que nos distraigamos con más y más cosas para no verlo. Tratar de tener el mayor número de posesiones o sentirnos por encima del resto de los hombres, son ejemplos de tareas absurdas que permiten distraer nuestra mente para no ver lo evidente.