Luz de Agosto (William Faulkner)
Raquel Creatora


Faulkner tiene fama de escritor complejo y dicen que ésta es una de sus novelas más sencillas, así que quise empezar por aquí. Más que querer, TENÍA que leer a Faulkner; me encanta la literatura del “boom” hispanoamericano y sé lo influidos que estuvieron estos escritores por la lectura de Faulkner. Así que algo tendrá, pensé, si su influencia produjo tanto y tan bueno.

Y no me ha decepcionado. Faulkner, incluso en esta novela de apariencia simple, esconde más de lo que muestra y su maestría es innegable.

“Luz de agosto” es una novela inquietante y amarga. Los personajes protagonistas está muy bien dibujados incluso con los pequeños esbozos que nos da de cada uno, y la voz protagonista es la voz de un pueblo del sur de Estados Unidos, un pueblo que todavía se niega a creer que han perdido la Guerra Civil, una voz cruel, violenta, machista, esclavista, racista, fanáticamente religiosa.

La novela avanza a pequeñas pinceladas, con distintos narradores, saltos de tiempo, pero en ningún momento pierdes el hilo, siempre sabes quién habla, y de fondo esa voz amarga, ese murmullo de la gente de los pueblos que antes de vivir sus vidas prefieren vivir en las vidas de otros, hablando de las vidas de otros. Un murmullo tenue, continuo, que va tejiendo la historia, que la va extendiendo al sol de una larga tarde de agosto.

A veces algo duro, algo amargo, se te atraganta  y te cuesta continuar leyendo pero siempre sigues; quieres saber más, qué pasará, porqué ese personaje actuó así.

Se podría decir que el hilo conductor de la novela es Lena Grove, con la que el libro empieza y termina. Esta joven de Alabama parece representar  la corriente de la raza humana, que sin detenerse a pensar, siempre imbatible, sigue avanzando paso a paso.

Cuando terminas el libro, de pronto, se te cierran todas las piezas en la cabeza. Y te das cuenta de que lo que Faulkner ha conseguido no es una anécdota de un pueblo sureño sino un mosaico magistral de la vida que poco a poco, con retazos de un lado y de otro, cobra sentido al cerrar el libro.

 

Septiembre de 2007

Raquel Creatora