|
|
En clave distendida, José Saramago (Azinhaga, 1922), nos
cuenta, a medio camino entre el ensayo y la ficción, lo que para su espíritu
reflexivo y combativo es una tragedia: la igualdad a la que tendemos los seres humanos,
la uniformidad a la que nos empujan y que aceptamos sin pensar. La novela desgrana los hechos que
acontecen a un profesor de instituto respetado en su profesión pero gris en su
vida a partir de que un compañero, profesor de Matemáticas y también mediocre
(tanto que no se desvela su nombre) le recomienda una película para poner un pequeño
paréntesis a su aburrimiento. En ella ve un personaje secundario exactamente igual
a él, y ese hecho absurdo en sí (¡Pero quién puede negar que algún día nos suceda
a cualquiera!) le da un sentido a su vida que antes no tenía. Conviene reflexionar cómo
reaccionaríamos cada uno a un hecho así. Si partimos de que Tertuliano Máximo Afonso, que así se llama el protagonista casi absoluto de
la novela, es un tipo que Saramago insiste en
presentarnos como soso y convencional, lo normal sería que un hecho que le
descolocara tanto de su vida monótona fuera incapaz de mantenerlo en secreto, y
rápidamente se lo contara a sus allegados. Pero estos casi no existen, pues su
madre vive lejos, apenas tiene amigos, y su novia, María Paz, enamorada de él,
sin embargo es para Tertuliano más una pasión de cama que una confidente. Así
pues sólo cuenta con su sentido común, con quien mientras dialoga nosotros disfrutamos, y que siempre le
lleva la contraria en sus decisiones. La intriga surge a partir de esas
decisiones, que acercan a Tertuliano a su doble hasta encontrarlo. Esa parte
central de la obra puede parecer en algún momento algo lenta, pero se lee con
avidez igualmente. El narrador parece partícipe de la historia, se atreve a
opinar y para nada se mantiene neutral, lo cuál le da una pizca de sal añadida
y convierte una novela totalmente psicológica en algo distendido. El desenlace es
genial, y propio de la imaginación de un verdadero maestro. También
inquietante, tanto como las dos reseñas que aparecen al inicio del libro: “El
caos es un orden por descifrar”, y sobre todo “Creo sinceramente haber
interceptado muchos pensamientos que los cielos destinaban a otro hombre”. La delicada temática de la obra no es
nueva, Dostoievski (El doble), Wilde,
Poe y otros autores ya indagaron en la idea del
doble, en ese extraño fenómeno que nos hace cavilar acerca de qué somos
realmente y que es exactamente lo que nos diferencia de los demás. No me
parece, después de leer este libro, que Saramago sea
muy optimista acerca de cómo llevamos cada uno nuestra individualidad, quizá
absorbida por el absurdo que nos rodea. Para los lectores compulsivos y más
exigentes con Saramago no es ésta quizá su mejor
novela, para los que empiezan puede ser un punto de partida muy bueno, y
difícilmente se queden en él sin tratar de profundizar más en su obra, una vez
asumido el estilo algo denso y que puede llegar a agobiar por la falta de
puntos y la particularidad de sus maravillosos diálogos. Para el propio autor
es su novela más filosófica, que surgió mientras se afeitaba y a raíz de un
comentario de su mujer, después de varios meses “sin ideas”. En cualquier caso
no dejará indiferente a nadie y es más que recomendable su lectura. |
|
|