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Cuando el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti
recibió el Premio Cervantes de Literatura 1980, su discurso de recepción de
dicho galardón estuvo enfocado a la libertad, la Libertad que le ofrecía España
en la que estaba exiliado y la que consideraba su verdadero premio; comparto un
fragmento del mismo:
“He dicho que soy desde la infancia un inveterado y ferviente
lector de Cervantes. Todos los novelistas, sea cual sea el idioma que
escribamos, somos deudores de aquel hombre desdichado y de su mejor novela, que
es la primera y también la mejor novela que se ha escrito.
Una novela en la que todos hemos encontrado saco, durante siglos, y
que, a pesar de nosotros y de tan repetida depredación, se mantiene, como el
primer día, intocada, misteriosa, transparente y pura.
A pesar de que hay en este recinto muchas personas más cultas y
talentosas que yo, y a pesar de provenir, como provengo, de un lejano suburbio
de la lengua española, me atreveré a dar una tímida opinión personal sobre uno
de los incontables valores de la obra de Cervantes y, en especial, del Quijote.
El planteamiento del libro, su esencial libertad creativa e
imaginativa marcan la pauta, conquistan el terreno sin límites en el que
germinará y se desarrollará toda la novelística posterior. El maravilloso
entramado de la más cruda realidad y la fantasía más exaltada, la magia
prodigiosa de dar vida permanente a todo lo que su mano como al descuido, va
tocando, son virtudes que ya han sido, y siempre serán, alabadas, aplaudidas y
comentadas.
Yo no voy a referirme en este caso a la estética, a la técnica
narrativa ni a la creación novelística de Cervantes, sino a otro sustantivo,
tan inmediato siempre a la verdadera poesía y que yo he mencionado al pasar: la
libertad. Porque el Quijote es, entre otras cosas, un ejemplo supremo de
libertad y de ansia de libertad.
Mi entrañable amigo, el gran poeta Luis Rosales, tuvo el acierto de
titular uno de sus libros exactamente así: Cervantes y la libertad. Un enorme
acierto, una enorme verdad. Porque la libertad ha sido siempre una principal
preocupación, y también una causa principal, para todos los hombres sensibles e
inteligentes.
Esta libertad que hoy respiramos, sencillamente, sin esfuerzo, como
sin darnos cuenta. Esta libertad que a muchos parece trivial, aburrida,
insignificante. Yo, que he conocido la libertad, y también su escasez y su
ausencia, puedo pedir que siga siendo siempre así. Un aire habitual, sin
perfumes exóticos, que se respira junto con el oxígeno, sin pensarlo, pero
conscientes de que existe.
Amparándome en esta comprensión, en este sentido del humor (que no
es un invento exclusivamente británico, sino también y principalmente español),
protegido de esta forma, me permito declarar que yo, si tuviera el poder
suficiente, que nunca tendré, hacía un solo cercenamiento a la libertad
individual: decretaría, universalmente, la lectura obligatoria del Quijote.
Dijo Flaubert, quizás con excesiva ingenuidad, que si los
gobernantes de su tiempo hubieran leído La educación sentimental, la guerra
franco- prusiana jamás se habría producido. Por mi parte les pediría que leyera
a Cervantes, al Quijote. Confío en que si lo hicieran, nuestro mundo sería un
poco mejor, menos ciego y menos egoísta”.
Ese Quijote de la Libertad, metafóricamente cruzó el Atlántico en
busca de su amor y se “aquerencio” en Guanajuato, la tierra de la Libertad,
donde nació la idea de la Independencia de México. Comparto el siguiente poema
de mi autoría que narra dicha aventura:
EL QUIJOTE EN QUANAXHUATO*
Va el caballero andante
con
su raudo
cabalgar
montado
en su
Rocinante
y
su fiel escudero atrás.
Entrando ya a Guanajuato
espera
a su amor
hallar;
este
guerrero
sin par
ícono
de la
hispanidad
lo
mejor de la
esencia humana
siempre
representará.
Rumbo al Callejón del Beso
deseando
encontrar
allá
a
su amada Dulcinea
serenata
cantará
le
acompañará
el mariachi
para
enamorarla
más.
Esa mezcla extraordinaria
de
Donjuanismo
español
con
música
mexicana
seguro
le ayudará
al
Caballero
de los Leones
para
apuntalar
más
la
férrea
hermandad
entre
Castilla-
La Mancha
y
Quanaxhuato Capital.
*Quanaxhuato (Guanajuato) según
etimologistas proviene de la lengua Tarasca o Purepécha,
compuesta por las palabras: Quanax que significa
ranas y Huato algo montuoso, pero agregando la
partícula To, el lugar donde abunda alguna cosa, queda Quanaxhuato
que expresa: “Lugar montuoso de ranas”,
o “Donde abundan las ranas”. La ciudad de Guanajuato por su belleza y
trayectoria histórica, fue reconocida por la UNESCO desde 1988 como: “Patrimonio
Histórico de la Humanidad” y en el 2005 fue declarada “Capital Cervantina de
América”. |
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