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En este artículo se mencionarán una serie de obras literarias cuya
inspiración fue la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, “Don Quijote de la
Mancha”. Don Quijote de la Mancha, no es únicamente la obra máxima de Miguel de
Cervantes y de las letras en español, es la pionera de la novela moderna, razón
por la cual, no debe resultar asombroso ni extraño que escritores de todas las
épocas y latitudes fueron y seguirán siendo seducidos por la novela. Uno de esos seducidos es el periodista español Antonio Muñoz Molina, autor
del ensayo “El verano de Cervantes”, mitad memorias lectoras, mitad reflexión
sobre el arte de escribir y cómo la obra de Miguel de Cervantes ha dejado su
impronta en otros importantes escritores. Este es uno de los Quijotes
inspirados en la obra del “manco de Lepanto”. Dice el autor: “El Quijote lo he leído varias veces. Tanta sabiduría sobre
la vida, tanta hondura y tanta guasa, tanta tristeza de fondo, según avanza el
libro, cuando a Don Quijote parece que le transmite el cansancio de la edad de
su autor. Hay un momento que estremece en la segunda parte, después de una
nueva aventura frustrada, cuando dice Don Quijote: “Yo ya no puedo más”. Como en el siglo XVI surgió el denominado “Quijote de Avellaneda”, hay a lo
largo del tiempo otros autores que han proseguido en su obra con los personajes
generados por Cervantes. Dice la Real Academia Española sobre dicha obra: “A mediados de 1614 y con la intención transparente de darle en la cabeza a
Cervantes, salió a la arena el segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote
de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus
aventuras, ese libro que hoy conocemos como “El Quijote de Avellaneda”. “Y es que su autor tuvo a bien, y para mal, embozarse tras el nombre de
Alonso Fernández de Avellaneda para gozo, congoja y desesperación de los muchos
que han malgastado sus horas y su mollera en discernir quien fue el tal, cuando
en realidad, tenemos ya el libro que dejó escrito con su no poco de
inteligencia y su mucho de mala baba”. Uno de ellos fue el vasco Miguel de Unamuno, en su obra titulada: Vida de
Don Quijote y Sancho, reproduce la obra de Cervantes con un narrador que
interfiere en lo que se está contando. Dice Unamuno en el final del prólogo de su obra desde, “El destierro en
Hendaya, en mi nativo País Vasco, y en la frontera misma de mi España, mayo de
1928: “No creo deber alargarme más aquí, en este sencillo prólogo, a exponer una
doctrina que tanta veces he expuesto respecto a la
realidad histórica, tanto más cuanto que preparo una obra sobre el quijotismo,
en que me esforzaré por esclarecer la diferencia entre el estar, ser y existir.
Y como Don Quijote y Sancho son, no es solo que lo fueron, tan independientes
de la ficción poética de Cervantes como lo es de la mía aquel Augusto Pérez de
mi novela Niebla. Al que creí haber dado vida para darle después muerte, contra
lo que él, con razón protestaba”. El periodista, filósofo y escritor inglés G.K. Chesterton, escribió en 1926
su última novela, “El regreso de Don Quijote”, obra en la que el denominado
quijotismo, era representado por un profesor que, luego de realizar la
interpretación teatral del personaje, nunca volverá a salir de él. Es uno de
los homenajes más hermosos que se haya rendido al Quijote y a Cervantes. La crítica ha llamado “quijotesco”, al periodo que culmina el autor inglés
con esta novela. En su obra G.K. Chesterton defiende la cordura del caballero
contra la locura del mundo que aceptamos por canónico. En la novela se dan cita
buena parte de los temas políticos que preocupaban al autor por aquellas
fechas, a la vez que se procura dar un correcto entendimiento del mito
quijotesco. El escritor español Andrés Trapiello, escribirá: “Al morir Don Quijote”,
imaginando en su obra al morir Don Quijote que pasó con los demás personajes
que integraban la novela. Tras la muerte del ingenioso hidalgo, Trapiello imagina lo que fue para sus
familiares y amigos hacerse cargo de la partida de Alonso Quijano, al otro
mundo. Historias de amores secretos, vericuetos y vanidades soterradas,
fidelidades acrisoladas, herencias mal pagadas y debidas. En cada personaje,
Trapiello, personaliza su elegía ante la triste figura del caballero andante y
muestra el cambio que su vida dio al paso de Don Quijote. Mientras que el escritor indio-británico, Salman Rushdie, en su obra “Quijote”,
utiliza la novela original para creativamente realizar un viaje por los Estados
Unidos contemporáneos, de la mano de un escritor de novelas de espías. Rushdie
actualiza al Quijote para la era digital. El protagonista de la obra es Sam DuChamp, un
escritor mediocre que convierte a Alonso Quijano en un vendedor obsesionado con
la telerrealidad. Ama platónicamente a una de sus estrellas de la misma forma
que el auténtico Don Quijote bebía los vientos por Dulcinea. En “Quijote”, el
autor muestra la atmósfera absurda y banal de nuestro tiempo. Una escritora española, radicada en los Estados Unidos, Marina Perezagua, también se inspira en el Quijote y crea “Don
Quijote en Manhattan”, llevando al caballero y su fiel escudero a la gran
manzana, Nueva York. Una novela con tono humorístico y una aguda crítica a la
sociedad estadounidense. Dice la crítica. “Conmueve este Don Quijote”. La obra de Marina Perezagua demuestra que su lectura del el Quijote es
interpretativa, no vil servilismo o imitación sino una manera de enfrentarse al
mundo contemporáneo y decir que todavía hay un camino que se puede conseguir,
que leamos el Quijote para alcanzarlo (como Erasmo proponía con la Biblia),
aunque hoy “derribados estamos, más no destruidos”. Recordemos cuando el dinamarqués, poeta, filósofo y padre del
existencialismo, Soren Kierkegaard afirmó que sería conveniente crear un
equivalente femenino de Don Quijote. El español Ortega y Gasset contestó que ya
existía: Emma Bovary, un “Quijote con faldas”. |
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