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La frase del
título es del poeta Hugo Hiriart, cuando era agregado
cultural del consulado en Nueva York y director del Instituto de México en esa
ciudad estadounidense, la dijo a la prensa, una de las claves para solventar la
“desmoralización del país”, es el acercamiento a la poesía.
Recordemos
que según el Diccionario de la lengua española de la Real academia de la Lengua
(RAE), poesía es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por
medio de la palabra, en verso o en prosa.
Para Hiriart, la poesía hace mejor a las personas. Tomando en
cuenta que uno de los grandes problemas del país es la presente desmoralización
general de la sociedad, cualquier elemento que contribuya a establecer los
principios de armonía y convivencia, como acercarse a la poesía es muy útil.
Según el
escritor, “la poesía es una especie de cortesía exquisita con respecto a uno
mismo y a los demás. Si una persona se percibe desalentada o triste la poesía
viene para decirle: “¿De qué estás triste? Dínoslo, protesta, externa tu
queja”.
Recordemos
algo de la sabiduría de Jorge Luis Borges: “gracias a la literatura es esta
vida he vivido varias vidas” No hay dudas que la literatura excita de tal
manera la imaginación y específicamente el género poético convocado con enorme
fuerza los sentimientos pero y a la vez estimulando a la inigualable agudeza de
la inteligencia que, estoy convencido, es el más nutritivo, el más poderoso
alimento no únicamente para la espiritualidad del individuo sino para sus
sentimientos.
Cuando el
poeta alemán Friedrich Hôlderlin, en el siglo XIX en
su poema “Pan y vino”, se hacía la pregunta: “Para qué sirve la poesía en
tiempos de miseria”. Había que esperar que pasaran casi 150 años para que su pregunta
fuera contestada por el filósofo y sociólogo Theodor con una insoportable amargura:
“Escribir
poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Sin embargo hubo poetas
que sobrevivieron a la Shoá (catástrofe) y siguieron
escribiendo poesía y otros que nunca lo habían hecho al sobrevivir a esa
terrible pesadilla, iniciaron su escritura.
Decía Carlos
Monsivais, que el desplazamiento de la poesía tiene
resultados dramáticos en el idioma público. Se pierden muchos incentivos del
manejo creativo de la palabra, surge otra “acústica” verbal que se norma por
las costumbres de la radio y la televisión se abandonan las pretensiones
literarias o se les deja sólo al cuidado de la cursilería.
Si en la
narrativa la prosa tiende a señalarse por su eficacia, la devoción de las
descripciones vertiginosas y la renuncia
a los afectos “poéticos” en el idioma público, el resultado es funesto. Sin
embargo no disminuye el número de poeta, y sí desaparece el público vasto que
aguardaba a los poetas y sus revelaciones, ahora cada poeta aporta sus lectores
o declama en el desierto.
Recordemos
el cuestionamiento que escribía José Martí defendiendo a Walt Whitman: ¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía
no es indispensable a los pueblos? Hay gente de tan corta vista mental que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara.
La poesía
que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las
almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los
pueblos que la industria misma, pues esta les proporciona el modo de subsistir,
mientras que aquella les da el deseo y la fuerza de la vida.
Ahora,
recordemos al poeta también estadounidense Wallace Stevens que aseguraba que
“un poema no necesita tener un significado y, como la mayoría de las cosas en
la naturaleza, a menudo no la tiene”. Stevens aclaraba que no hay un material
específicamente poético, debido a que el mundo entero es material para la
poesía, pero cuando esta se lee, la poesía “debe estimular cierto sentido de
vivir y de estar vivos”.
Para
Wallace, la poesía es una cura de la mente, es salud, es un medio de redención,
incrementa el sentimiento de la realidad, contribuye a la felicidad del hombre
y es una experiencia diferente a cualquier otra que, en su mayor intensidad a
través de las palabras, la música y el sentimiento nos dice que “no hay nada
bello en la vida que no sea la vida misma”, pues “la más alta búsqueda es la
búsqueda de la felicidad en la tierra” y lo que intentamos obtener en el poema,
ya sea como lectores o como escritores, es la vida misma.
Para el
extraordinario escritor argentino Jorge Luis Borges, el resultado más palpable
al leer un poema “es la modificación física que suscita cada lectura”.
Y si nos
referimos a desmoralización y corrupción social, ya lo anunciaba Octavio Paz,
el Nobel de Literatura mexicano: “Cuando una sociedad se corrompe, lo primero
que se gangrena es el lenguaje”. Y si lo que necesitamos mejorar el lenguaje y
crear otro mundo nuevo para creer, también Octavio Paz y su poesía nos guía:
“La poesía
revela este mundo; crea otro…Niega la historia, experiencia, sentimiento,
emoción, intuición, pensamiento no dirigido. Hija del azar; fruto del cálculo.
Arte de hablar en una forma superior, lenguaje primitivo. Obediencia a las
reglas, creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia
de una copia de la idea”.
Acercarse a
la poesía, esa que quema, que marca, que deja estigma, que forma palabras con
Letras de fuego con las que escribí este poema que comparto con ustedes:
LETRAS
DE FUEGO
La palabra es un grano apenas,
pero quemante.
O. Paz
Final de
lágrimas
en
una mesa de café.
Cuaderno de
versos,
poesía
refugio.
La frase
como estrella fugaz.
Vivos
fantasmas internos
bucean
en las profundidades.
¡Cuidado con
las palabras!
No tienen
compostura.
Las letras
se deshilachan
metamorfoseándose
en
un puñal de fuego
llamado
poema. |
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