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Aquel principito nunca dejaba de estirar
aquellas alas que aparentaba utilizar, pero en realidad solo es un señuelo para
demostrar que es fuerte y puede con los demás, aquellas lagrimas que dice que
nunca ha conocido jamás, en realidad se las traga y se ahoga con tanta sal, provocadas
por esa alas que en realidad son de cristal, un cristal frágil y que cuando se
rompe es difícil de tolerar, que te desgarra las entrañas porque hace el amago
de escapar, de ser libre, de poder volar, aquel príncipe se había hecho su
propia jaula imaginaria donde encerraba a ese pajarito llamado pesar, que con
el paso del tiempo aquel pajarillo ya no pudo volar.
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