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Desde niño le dijeron que debajo de la cama habitaba un monstruo y cuando
bajara los pies, en horas de la noche, este lo atraparía y no le dijeron que
podría hacerle.
Debido al miedo al ser debajo de su lecho, cuando le venían los deseos de
orinar, no podía bajar los pies para ir al baño y se orinaba en la cama.
Pasados unos años, y motivado por la burla de sus hermanos mayores y los
compañeros de estudio, que lo sometían a continuas burlas por su olor
inconfundible de miador nocturno en el piyama, decidió vencer su temor y
levantarse al excusado.
Sentado en la cama buscó a tientas las chancletas en la oscuridad, las
calzó y se puso de pies para caminar al inodoro; no se percató de que la puerta
del closet se abría silenciosamente. De pronto sintió unas manos heladas que le
atenazaban el cuello. El maldito monstruo estaba era en otra parte.
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