La misión divina
Luciano Ribero


Desde lo lejos le llegan los gritos desgarradores de la persona que más amó, como un souvenir de su pena, sin saber si son fruto de su imaginación. La naturaleza misma, en un estallido de rebeldía contra su creador, parece haber asimilado la tristeza del evento. Se arrodilla sobre el pasto de aquel lugar desolado en el que se encuentra. Todavía siente el calor de sus propios labios en su mejilla.

Entonces se pone de pie, se dirige hacia el árbol más grande y lo abraza entre llantos. Lamenta lo sucedido, pero más lamenta que la verdad muera junto con él. Se para sobre una piedra. Enlaza la soga al árbol. La abraza a su cuello. Relaja los pies sobre el aire. Sus músculos se contorsionan unos segundos, minutos, quién sabe.

El alma ya se desploma del cuerpo, su puño se abre bruscamente y deja caer la bolsa que nunca quiso aceptar, pero que recibió para cumplir su promesa. Las monedas chocan contra el suelo, como en una vil metáfora de su antiguo trabajo.

 

©Luciano Ribero