|
|
El hombre no
se explicaba la terquedad de su mujer celosa obsesionada por “la
otra”. El fantasma de una mujer diferente a ella en la vida de su marido
le quitaban a ella la paz, el sueño y el
apetito. Su celotipia la obligaba a llamarlo a toda hora, revisarle los
bolsillos cuando estaba dormido, mirar los mensajes en los celulares y revisar
con lupa los recibos del teléfono de la casa y la oficina para descubrir
llamadas sospechosas a ese ser misterioso que nominaba como “la otra”. Su marido se
limitaba a sonreír ante los ataques verbales y pensaba, no sé
porque sufre por la otra, si no hay otra, desde que nos casamos siempre la
traiciono con la misma. |
|
|