|
|
Por
fortuna encuentro asientos libres en el autobús. Te miro y me dispongo a
conocerte. Mientras me enfrasco en la apasionante historia que relatas pierdo
noción del tiempo y la distancia recorrida. Aparto mis ojos para atisbar por la
ventanilla. Aún falta un buen tramo. Mi atención regresa a ti. Pero cambiaste, ahora estás
triste y me haces sentir melancólica, con disimulo limpio una lágrima de mi
rostro y continúo. Mira que
si eres polifacético, ¡Cómo me has hecho
reír! Ahora
eres tierno, entregado. Uy, comienzas a ponerte candente. Ay no, aquí no. Yo
tan sola en casa y con estas tentaciones…siento que la temperatura se eleva,
con la mano me echo aire pero no hay gran avance, miro mi reflejo en el espejo
retrovisor del bus, ¡tengo las mejillas encendidas! Levanto
la vista. Es hora de bajar. Te aprieto fuertemente entre mis brazos y sonrío. Mañana
me haré acompañar por un libro de poesía, pues éste de relatos, me ha dejado
exhausta. |
|
|