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Un sicario, de esos que asesinan disparando desde su motocicleta,
disfrutaba de su “trabajo” y se recreaba con el dolor de sus víctimas al leer o
ver las noticias. El modus operandi era sencillo, disparar la metralleta y huir
a la mayor velocidad posible.
Jamás se le pasó por la mente cómo sería su final que le cayó de
repente y de una manera curiosa. Caminaba un día por el centro de la ciudad y
llegó a una avenida con alto tráfico, no estaba acostumbrado a cruzar calles a
pie y se lanzó sin fijarse en el semáforo.
Por cosas del destino, una moto de alto cilindraje, idéntica a la
suya, que venía a mucha velocidad lo atropelló, quedó muerto instantáneamente…
y el motociclista escapó y jamás se supo su identidad. |
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