A veces hay que
permitirse explotar.
Estallar en llanto, en
gritos, en trazos.
Sacar afuera lo que
aprieta adentro.
No guardarse nada.
Des-silenciarse
.
Des-asfixiarse
.
Abrazar la propia
fragilidad oculta,
abrirle la puerta.
Acariciarla con
delicadeza.
Y cuando la tormenta
de dolor pase,
juntar los pedazos,
uno a uno
y rearmarse.
A veces hay que
permitirse liberar.
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