En todos los vivientes; la última palabra vive en
los labios que callaron.
Aún se siente el ruido de la caída de las tablas
de la Ley; y cadenas que se arrastran. Moisés está colérico.
Y sobre todos flota una frondosa primavera que
crece sobre los sepulcros y cuchillos.
Besos fatales de despedida nos aguardan; bajo el
reloj del tiempo.
Vamos al gueto profundo sin luz; ni esperanza.
La memoria crece y se acumula y el presente es un
abismo; sin luz.
En los acantilados brillan los ojos de la noche;
El vacío se abre para tragar lo finito sin pausas.
¡Noche de cuchillos!
Presentimos que nos vamos en una Ítaca sin
retorno. La piel va al vacío; desgarrada entre sueños y recuerdos.
Áspera vida e inevitable muerte sombría para
renacer.
Elixir embriagador que reposa sobre los mangos; y
los aguacates. El canto mágico de los
pájaros que cambian de colores; como los peces en la laguna y se lanzan al
agua; mientras los patos se espantan.
Sin el nosotros somos hojas en la diáspora;
levantados por el viento junto a guijarros y cenizas antiguas.
A la sombra de los altos árboles.
Whitman canta sobre las frías lápidas y las
azucenas.
El viento silba arriba y el puente es una bruma.
¡Parece el Puente de Boyacá!
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