Esperanza
César Molina Consuegra



En todos los vivientes; la última palabra vive en los labios que callaron.

Aún se siente el ruido de la caída de las tablas de la Ley; y cadenas que se arrastran. Moisés está colérico.

Y sobre todos flota una frondosa primavera que crece sobre los sepulcros y cuchillos.

Besos fatales de despedida nos aguardan; bajo el reloj del tiempo.

Vamos al gueto profundo sin luz; ni esperanza.

La memoria crece y se acumula y el presente es un abismo; sin luz.

En los acantilados brillan los ojos de la noche;

El vacío se abre para tragar lo finito sin pausas.

¡Noche de cuchillos!

Presentimos que nos vamos en una Ítaca sin retorno. La piel va al vacío; desgarrada entre sueños y recuerdos.

Áspera vida e inevitable muerte sombría para renacer.

Elixir embriagador que reposa sobre los mangos; y los aguacates. El canto mágico de los pájaros que cambian de colores; como los peces en la laguna y se lanzan al agua; mientras los patos se espantan.

Sin el nosotros somos hojas en la diáspora; levantados por el viento junto a guijarros y cenizas antiguas.

A la sombra de los altos árboles.

Whitman canta sobre las frías lápidas y las azucenas.

El viento silba arriba y el puente es una bruma.

¡Parece el Puente de Boyacá!