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De las virtudes no hay una que yo nombre la primera, pero a un hada le pidiera que al niño que yace en cuna, (lana,
algodón y madera, tamizada luz de vela con velo en la cabecera), con un toque de su vara su destino bendijera en especial con la gracia que al pensamiento libera: “Que junto con los talentos que los dioses le confieran diversos y en abundancia, venga a ser la tolerancia siempre su fiel compañera. En acogiendo a su vera naturales divergencias con la más profunda calma, se pueda abrir en su alma a las artes y a las ciencias. Con quienes se le opusieran o enfrentándose al fracaso no se duela en su egoísmo, sepa encontrar por sí mismo ideas fuerza a su paso. También venga la templanza en los retos del momento a suavizar su carácter y al mismo temperamento. Que defienda las ideas basado en su pensamiento y despierten en su alma los más puros sentimientos. Que en la lucha sea noble, sin crueldad y sin lamento, y no se enfrente a personas sino sólo a los conceptos. Con la verdad como norte tome la senda que inicia, y a la belleza, nutricia, le abra su alma de hombre. Y cuando sea que llegue de su trayecto el final sabrá que es un nacimiento, y otro retorno al hogar; un hombre nuevo y distinto al que ya ha sido, vendrá, que será y no será el mismo y por los tiempos, será”. |
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