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En uno de esos besos Encuentro mi mano temblando, Débil, adormecida en el silencio, Sólo sintiendo el roce de tu cuerpo, El caminar de tus dedos sobre mi cuello Y la oscuridad que absorbe mi cuerpo; Enmudece mi alma Aunque el pensamiento grite, llore y
palpite. Trato de devorarte en medio de tu lengua, La recorro cuan suave y húmeda, Siento el sabor agridulce, Degusto ese dulce adictivo, La música de tu leve respiración Se impregna en mi piel Y se va, se va alejando tras las cenizas de tu esencia Y quisiera perderse entre tus tinieblas, Pero el miedo es una inmensa sombra que
oculta los ojos; Abrumada mi alma se para estática,
inmóvil, Congelada frente a tu oscuridad. Y me preguntas qué siento… Siento mi sangre, el hervor de ella, Siento el fuerte latir de mi corazón, La parálisis de mi cuerpo, El éxtasis de tus besos, El fuego, El grito de la pasión, El miedo, La locura, La soledad, La oscuridad, El puñal de las miradas, El hundimiento del alma, El ahogo de las palabras, La oscuridad de mis pensamientos… Dices tú que se abre esa puerta, Me he parado frente a ella Y a lo lejos alcanzo a vislumbrar Un trozo de luz que se asoma Como un brillante ojo que busca iluminar
un trozo de oscuridad. Mi cuerpo, absorto, trata de arrastrarse, Cauteloso, ciego, entre aquellas
tinieblas, Cuan mórbida calavera, Cuan oscuro espectro Hasta aquella sombría puerta. |
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