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Entre raíces y errante, su cara es hostil su tiempo, suele ser otro tiempo. La frontera está ahí, hay que desandarla. Mientras el muro sangra el río inasible ahoga sueños. Él, entre la agonía del
azar y los dioses que se
empalagan ante tantos sacrificios. En el páramo, como trozos de obsidiana los pájaros negros brillan sobre la
nopalera. Al mirarlos sus pensamientos oscilan, entre lo enigmático y lo real. En una ardiente búsqueda de su mítico Aztlán se pierde en el limbo de donde surgió. |
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