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Rememoro días lejanos En el pueblo de mi niñez Y encuentro retazos
olvidados a ratos De vivencias: tiernas
algunas Y amargas las más, al
lado de mi abuelita Mi tía abuela y la señora
del servicio. Ellas tres, por varios
años, Se encargaron de cuidar
mis males de niño Y me malcriaron… pero
nunca lograron Solucionar mi soledad de
esos años. Mis noches asmáticas
fueron eternas Entre ahogos de pesadilla
y ojos desorbitados Esperando el aliento de
la muerte. Ellas lloraban, en especial
mi abuela, como si el raudal de llanto Abriera los conductos
respiratorios. Todo es pasado, Los pocos amigos de mi
infancia se perdieron En los laberintos de la
vida; De algunos jamás supe Otros murieron a lo largo
de las décadas Y dos o tres conservan el
vínculo de niños. El colegio parroquial que
fundó el cura Peña Con unos pocos niños del
poblado Se transformó, por obra
del gobierno En otra cosa más grande y
menos familiar… Y eficiente en educación;
eso dicen. Por esto y otras razones
ya no pienso regresar al pueblo donde crecí. La última vez no encontré
a nadie Que encajara en el puzle
de mis añoranzas; Otras calles, otras
caras, Otras personas en otras
casas Remplazaron las imágenes
de mis sueños. Es otro pueblo con gente
diferente… Desde la altura del cerro
tutelar Le dije adiós para
siempre A la aldea de mis
recuerdos. Edgar Tarazona Angel |
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