El palacio y el Conde
Washington Daniel Gorosito Pérez



Sopla un aire melancólico

las calles del centro están vacías.

 

Los acordes de un bandoneón

se cuelan por tus pasillos

un tango amargo se escucha

en la negrura porfiada de la noche.

 

Querido Palacio Salvo

estás en páginas tono sepia

desgastadas por el tiempo.

 

La migración de la memoria

resistente al olvido

alberga voluminosas historias

en las que fuiste protagonista

de clase mundial.

 

Como la del Conde

que te hizo el honor

de sobrevolarte y bordearte.

 

Me refiero al Zeppelin

aquél dirigible alemán

que en junio del 34

despertaba el asombro

de miles de montevideanos.

 

Noche de frío

y cielo despejado

con luna llena

y gran expectación

quería ver la muchedumbre

a “ese gigante plateado

que por ahí decían:

 tenía forma de habano”.

 

Del mirador “Belvedere”

se le pudo divisar

mañana soleada ya

mostraba en su enormidad

aquel legendario Conde alemán

que con gran caballerosidad

bien te supo saludar.

 

Por la Plaza Independencia

a unos 200 metros

se pasó a retirar

el elíptico navío aéreo

se perdió en cielo oriental.

 

Recuerdos que  no se apagan

y que siempre vivirán.

El saludo respetuoso

entre aquel Conde alemán

y nuestro Palacio Salvo

un icono nacional.