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Sopla un aire melancólico las calles del centro están vacías. Los acordes de un bandoneón se cuelan por tus pasillos un tango amargo se escucha en la negrura porfiada de la noche. Querido Palacio Salvo estás en páginas tono sepia desgastadas por el tiempo. La migración de la memoria resistente al olvido alberga voluminosas historias en las que fuiste protagonista de clase mundial. Como la del Conde que te hizo el honor de sobrevolarte y bordearte. Me refiero al Zeppelin aquél dirigible alemán que en junio del 34 despertaba el asombro de miles de montevideanos. Noche de frío y cielo despejado con luna llena y gran expectación quería ver la muchedumbre a “ese gigante plateado que por ahí decían: tenía forma de habano”. Del mirador “Belvedere” se le pudo divisar mañana soleada ya mostraba en su enormidad aquel legendario Conde alemán que con gran caballerosidad bien te supo saludar. Por la Plaza Independencia a unos 200 metros se pasó a retirar el elíptico navío aéreo se perdió en cielo oriental. Recuerdos que no se apagan y que siempre vivirán. El saludo respetuoso entre aquel Conde alemán un icono nacional. |
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