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Llegan
olores desde el río,
ya las gotas
tamborilean el techo.
La selva es
tú averno
allí la
lluvia no cesa.
Tanta agua,
ahoga palabras,
que
trasmutarías en drama, cuento o poesía.
La vida y la
muerte Horacio,
allí están, del
otro lado del río,
los cuerpos
fueron cuerpos
enigmas
indescifrables.
Vas “a la
deriva”
cubierto por
la húmeda
luz del
recuerdo.
Desterrado,
iniciarás el
vuelo
antes del
vuelo.
Juez de paz,
que nunca tuvo paz.
“No
descansen en mis selva”
le dices a
los demonios,
elucubrando
tú obra
entre la
locura y la cordura.
Tortuga
gigante dormida.
Queja
ancestral
de un alma
que gime
y expulsa
lágrimas negras.
Un hombre
solo Horacio
trastabilla,
se desmorona, se hace trizas
y beberá el
sorbo amargo
de la noche
eterna
buscando el
“regreso al paraíso”. |
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