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Si el pájaro –v. gr. un cristofué-
atrapara en el aire –después de un difícil viraje- a un insecto, ¿podríamos
capturar nosotros al pájaro en su itinerario de sueño?
Si la nube se desgajara de un cielo en
cierne, ¿nos desgajaríamos nosotros de una nube que no terminara de madurar
aún?
Si las sombras del plátano fueran
ilusorias, ¿no serían ilusorias también las causas que las provocaran?
Si la piel se erizara al contacto con la
punta de un lápiz, ¿el lápiz no se ruborizaría al sentir la epidermis de la
escritura?
Si el círculo girara incesante encima de
una mesa concéntrica, ¿el círculo sobre la superficie del agua no daría vueltas
infinitamente?
Si un hombre se ahorcara con una cuerda
sin nudos, ¿la cuerda sería responsable del vaivén del ahorcado?
Si los anteojos miraran lo que no les
conviene, ¿los anteojos no estarían incurriendo en error de paralaje?
Si el reloj se perdiera irremisiblemente
en el tiempo, ¿el reloj no sería capaz después de volver convertido en máquina
trituradora de recuerdos?
Si descubriéramos al tigre flotando y
rugiendo con la luna llena dentro, ¿no se transmutaría el orden natural de las
cosas?
Si en el límite de la esperanza, un clavo
se cruzara con otro clavo y juntos unieran los tablones que andaran
separados, ¿se aduciría la primacía del azar sobre la necesidad?
Si un triángulo asistiera a su propio
derrumbe, ¿un cuadrado tendría derecho a tenderse bajo la elíptica y especular
sin pausa?
Si una reina tímida evitara la mención del
medioevo y los leones, ¿su reinado, por ello, sucumbiría temprano ante los
embates de la insulsez?
Si los muertos vivieran en la vitalidad de
sus sinos, ¿la muerte se acostumbraría a lo lozano de su función?
Si la viuda se violentara con el tono de
la viola, ¿la viudez se pondría en entredicho a partir de entonces?
Si el pobre rezara el Páter Nostrum con
patetismo, ¿el rico oraría tras la pátina de su altar?
Si el caminante gustara de la estría de la
estrada, ¿sus pasos pesarían menos o pesarían más?
Si la meretriz tuviera deseos y decires,
¿merecería recompensas ciertas y consejas al por mayor?
Si en la suite, el vicario diera un tour
sin tocar el piso, ¿hubiera ocurrido un desliz de escasa notoriedad?
Si el furioso tocara el tema y sus
variaciones ¿qué quedaría en el fondo de las partituras?
Si el lagarto constituyera un enigma al
pie de la pilastra, ¿las incógnitas tenderían a apilarse en razón de su
intrínseca afinidad?
Si un cadáver cayera del claro cielo,
¿esto induciría a pensar en alguna rotura de las tumbas del firmamento?
Si lo espeso vibrara por su juego,
¿cuántas jugarretas se desplazarían entonces a través de las edades?
Si todo lo diera como Él afirma, ¿cómo se
entendería luego su poca nada?
Si el chocolate estuviera derretido a
pesar del frío, ¿estaríamos en presencia de un acto de fe fortuito o a
conveniencia?
Si el mensajero estuviera tratando de
recordar los eventos del día, ¿las cartas se extraviarían entre la muchedumbre
de manos atadas?
Si el héroe pereciera por su falta de
valor, ¿sus armas se subastarían por el ridículo precio de la puja?
Si aquellos niños se hicieran tarde y les
creciera el sol entre los ojos, ¿cada temblor del aire traería rutilancias de
vieja y lastrada data?
Si el dedo medio se presentara húmedo y
erecto, ¿la vulva lo absolvería de toda culpa, de toda mala intención?
Si en la viga entrara un ojo ajeno,
¿permanecería la pupila aprendiendo de los contrastes de la madera?
Si el arpa resonara con el sol de oídas,
¿querría el cantor anticuarse a sus cuerdas para templarse a la era?
Si la lámpara de anoche brillara con luz
acuartelada y gimiera, ¿qué ocurriría en un prado donde la resplandecencia
llegara con leve tumulto locuaz?
Si los zapatos -¿míos o tuyos?- caracolearan
o se mecieran bajo la ventana con troneras, ¿estarían ahora esos calzados
dispuestos a emigrar con las noches como tránsfugas?
Si la gramática avanzara entre comillas y
canciones de azulejos y la retórica se aglomerara en las esquinas, ¿sufriría el
oído de exceso de devoción o de falencia a domicilio?
Si el puente fuera cama y la cama, atisbadero
y el atisbadero, espacio de bromelias flojas,
¿acusaría la gente el innoble quehacer de los espantos en ropa interior?
Si las polvaredas encontraran sus añejos
sufrimientos y si las hojarascas se estiraran para mejor fenecer, ¿suspirarían
los peregrinos con la intromisión del ocaso en sus bienes internos?
Si estallaran de allá y de allí, con
vistas de reojos, en la tarde que se amortiguara, ¿quién iría a la cabeza en
busca de un ron que se tronchara por exceso de modorra?
Si un gusano se moviera sobre los senos de
una mujer desnuda echada boca arriba y segregara sus fluidos atrayentes, ¿otro
gusano de diferente índole debiera abstenerse de manifestar sus propósitos?
Si una gárgola padeciera la herrumbre del
devenir y no se preocupara y se diera a lo festivo, sin restricciones, ¿nos
alteraríamos porque las estaciones se aliteraran
queriendo encontrar un paso hacia la no alternancia?
Si un libro se abriera en mitad de su
infinito y gimiera con todas sus palabras en peligro de desplante, ¿qué nos
humedecería más allá del rocío que no se presintiera en leguas a la redonda?
Si unas atenuantes circunstancias fueran
llevadas por las corrientes del olvido o de la sumisión y los deseos quedaran
plantados de lado y en desacuerdo, ¿los placeres habrían de marcharse por la
tangente o ir a buscar su beneplácito en los lugares del consuelo?
Si de algunas fiestas con pañuelos se
ideara una plataforma para constreñir las resonancias del viento y de la luz,
¿quién merecería el agrado de adquirir los botones que cerrarían los pañuelos
lanzados desde el balcón no construido?
Si los musgos cabalgaran sobre animales
sin aliento, alimentados con virutas, y en otros territorios aledaños, un
preste meara sin convicción, ¿amortiguaría la aurora no convocada los alientos
propuestos por los conocedores de las fases de la luna discordantes?
Si la garra se desgarrara a nivel del
subsuelo y una algarabía condescendiera con el todo y con las partes, ¿se
iluminaría el orinal que pernoctara bajo las mantas, aunque su suciedad se
atenuara?
Si la tumba fuera o fuese refresco en la
plenitud de los mármoles y el difunto se diera a elucubrar sobre el solipsismo,
¿aguantaríamos la brevedad del discurso ante los ilotas de nuevo cuño y proverbial
estupidez?
Si los colibríes se dieran a poseerse en
un vuelo de álgidos colores ficticios y los observadores de abajo concurrieran
a extasiarse con sus plumas coaligadas de excrementos, ¿se alteraría el
bienestar de la vecina más próxima por razón de su estadía y de su quietud que trastabillearan?
Si las ya nunca más blanquecinas esporas
del lupanar se adecuaran a las músicas del plenilunio, ¿un despropósito de
ademanes y cansancios se abalanzaría hacia el dormitorio donde se acelerarían
las pesadillas?
Si el tren pasara por la plaza de mi
ciudad y los viajeros lanzaran sus cartas a los anónimos lectores, ¿qué nos
aguardaría allende un regocijo núbil y nunca buscado y la duda de jamás saber
si se leerían adecuadamente las epístolas?
Si las andaduras se llevaran a las sillas
hasta los trigales de hosco trastorno y los horneros se amedrentaran con los
pupilajes de la ignominia, ¿partiríamos en desmadre con la cognición del
dislate en las lomas que no se aguantaran?
Si los nombres de la clausura resonaran
con sus acideces y las libertades restringidas fueran con los pases al son de
las coberturas, ¿saldrían los dueños de los charcos a poner sus pechos como
garantía?
Si la cueva de la plaza central de la
capital apestara a lobeznos y remilgados azotes y en el entorno brincaran
mendigos sin afiliación probada, ¿se emularía al bisojo en su actuar de
hemofilia, aunque los caños del agua se obstruyeran?
Si la mampostería se acuchillara en las
madrugadas de laurel o de ladridos y no se abuchearan los pormenores del
alhelí, ¿vegetaríamos con la insolación en el tremedal de las alcurnias
falseadas?
Si se abocaran los récipes y sus testigos,
los médicos de camisón, ¿ayunaríamos el pan más ázimo, mientras la índole de la
petulancia saltaría en tris y tras?
Si el carnicero gimiera por sus omóplatos
en canal sobre el tablón y la sangre se santiguara de cuchillo y tarifa,
¿acudirían los aromas de olvidados periodos a la singular tablada de
disecciones?
Si la comida mereciera los dientes de su
premura y su atención, ¿quién partiría hacia las mesas cuando los manteles se
abultaran de celos, pero no de sumisión?
Si la chatarra muriera de esparcimiento o
sobreviviera de hastío en tres de los cuatro puntos de los cardenales,
¿aprontaríamos nuestros sistemas de percusión para que se aventaran los
imposibles?
Si el amanecer soñara con plácemes en
medio de las rutas que condujeran al desastre, ¿cuál de los escogidos emularía
el beneplácito de la lanza en su redondel de horas sin rémoras?
Si el subterráneo se desahogara de
misterios y ultrajes durante algún ciclo de providencias, ¿sería valido por
parte de anónimo ejecutor poseer los destellos que más se armaran?
Si los ecos de las arcillas se enrumbaran
hacia los escondites donde los huesos pulularan, ¿valdría el imán menos que en
su original convergencia o se aminoraría su aspecto por causa de un revolcón?
Si la estancia fuera o deviniera o se
extrajera en elucubraciones de muy mediano pelo y sus adyacencias brotaran como
epífitas congestionadas, ¿cometeríamos el dislate de ir por venir cuando en
realidad la evolución ocurriría de lado a ángulo?
Si los matorrales sucumbieran de falsa o
plúmbea adquisición en las trastiendas de la naturaleza con emisiones de
chillidos y colindantes monólogos, ¿perjudicaría al viajero esencial la írrita
sumersión a la bruma de enjuague?
Si el tranvía se emasculara al tropel de
los rieles y una luna de aluminio ingrato registrara la sesión en su legajo,
¿dormitaría el niño que no se atenuaría con el algodón de los rebujos?
Si la prontitud de la lluvia devolviera el
caos por todos deseado y la magnitud del otro fenómeno apenas esbozado surcara
el terreno marcado, ¿descendería la tristeza con su corbata de luto hasta el
historial sin pronombres ni envergadura?
Si se celebrara la dispersión del origen,
entretanto las moscas argumentaran expediciones al lugar brevemente exótico de
la carne visceral, ¿aullaríamos con el estertor de los cobardes en plenitud o
vocearíamos con las raspaduras de los pescuezos en tránsito de almacén?
Si el pordiosero trenzara su hambre con
cabuyas recogidas en los basureros de las anécdotas, ¿abriríamos los compases
del alba con las mismas sonrisas que llevaran tanto tiempo de trajinadas y
volteadas como si se tratasen de adminículos de un relámpago?
Si el pan se marchara hacia un agua apenas
fresca y el sitial de los no ahítos se viera de pronto abrumado de impotencia,
¿consentiría el vano guardián en enmudecer con las horas que le tocarían por
temprana alusión?
Si la niebla penetrara con sus brújulas
olorosas a destiempo y en tránsito de tornarse numen en las páginas de un
cuaderno que se rehiciera, ¿se mortificaría la lumbre enhiesta de los meses al momento
que tornara el espasmo del encantamiento?
Si las frutas del curare se desplegaran
entre la multitud que acudiera a las refriegas de fin de semana y hubiera los
necesarios muertos de siempre; ¿chocaríamos con piedras nuestras cumbres de
papelillo y caramelo antes de que entes volátiles dispusieran un cerco de
interrogantes?
Si los abismos en las metrópolis se
drenaran con la laxitud de las materias deleznables, ¿se conquistaría el
derecho a perecer con los arcos iris oxidados durante la menstruación de los
almanaques? |
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