Está frío y garúa,
rigores
del invierno del Sur.
El silencio late
en
la piel de los adoquines.
Al final de la calle
el
mar bravío guarda secretos.
Mientras, un hombre,
camina
por la interminable escollera.
Mudo de soledad
con
él,
la
sombra frágil de las ausencias
suspiros
lejanos
añoranzas
memorias
inasibles.
La tenue luz de la tarde
muy
temprano va muriendo.
Unas aves melancólicas
huyen
en perfecta formación.
Los pétalos del cielo se abren
se
derrama el dulce néctar
que
al rato será poesía
multicolor
celestial.
El hombre sigue caminando
y
sólo ve un monte.