De repente estamos de regreso,
Es el mismo lugar inconfundible…apenas
destruido.
Esas puertas que tragan como monstruos las
luces,
el
amplio balcón, ahora
sombrío, girones de sombras,
huérfano
de arreboles
vacante
de luces, esqueleto
yaciente
entre
las impolutas murallas,
Una orgia de gritos, girando en el abismo
inerte.
Hay monedas del traidor, en la cuneta..
el
polvo pálido que trepa
la escalera...
las
llamas que ardieron sin
tregua..
La tierra calcinada y cuarteada,
Abierta como el costillar de un monstruo
prehistórico…
Los techos perforados y en
cenizas,
Un laberinto de guijarros y piedras.
Hay gigantes jeroglíficos,
Sobre las altas piedras abandonadas…
y
esos caballos marchando
de alcoba a alcoba,
los
arcos colgantes, la
chimenea, hundida en la herrumbre,
los
metales calcinados,
los
espejos rotos, las vigas
torcidas.
lo
recuerdas? allí bajo la
densa ceiba
platicamos
, voz de susurros y de
sueños,
a
lo lejos el rumor del
agua cayendo al vacío,
el
canto inconfundible de
los pájaros,
de
pronto se tronchaba un
ala,
Y el horizonte se oscurecía,
y
de nuevo subimos a la
majestad de un sereno cielo,
tejemos
como ávidas manos el
complejo telar de nuestras vidas.
Mientras el cielo se poblaba de golondrinas.
Mas
… a veces el agua se
fugaba de la orilla,
irremediable
surgía el desnudo
abismo,
que
nos separaba,
Solo escuchábamos la voz del trueno
Que rebotaba en el fondo del abismo,
y
la sal caía a saco
petrificado,
y
mórbida piedra formaba, como
calcárea roca
el
vuelo de Ícaro de
nuestra utopía,
y
de nuevo como Sísifo, remontamos
la agreste roca,
con
la antorcha temeraria
entre las manos,
esa
luz incendió los cielos
desde
el primer día.
Los mercaderes del templo,
Fueron expulsados,
El rito sin espíritu, es muerte…
No es momento de Apostasías,
no
pueden las palabras, callar
el mundo que creamos
los
girasoles de nuestras
cándidas y torrenciales primaveras,
Allá están las estrellas parpadeando…
con
ellas la larga noche se
hace un miraje apenas
que
nos toca, el justo y
preciso punto
en
que te nombro y te creo
por la mágica palabra,
a
veces eras sol
restallando en la pupila de mis sueños,
un
hondo grito ahogado en
el recuerdo,
un
temblor de miedos
milenarios,
una
esperanza rota, como una
vasija prehispánica
pisada
en la búsqueda, en la
vigilia infinita,
De frente a los espejos circulares,
un
desierto de arenas
cambiantes y salobres…
el
agreste cansancio de los
hombros,
El peso de la vida, que cae como
plomada
Al fondo de los huesos,
las
llagas en las manos, el
titánico trabajo,
una
manta rodante, que
detuviera el frio,
una
nueva cuna de angustias
y esperanzas,
un
amanecer radiante de
sueños
cayendo
como un nuevo diluvio
que
bañaba mi alma y mis
huesos… renaciendo a la hora del véspero,
Allá el pasto creciendo, inexorable
irrevocable
abarcando el confín
innombrable
el
tiempo que perezoso
avanza
como
si esperara algo
inaudito
el
martillar acompasado de
los frágiles segundos,
el
canto gregoriano de los
monjes, los pies que se arrastran,
un
paraíso escondido que
atisba
desde
el fondo del mundo, nuestras
manos que tocan,
el
ojo vaga impreciso entre
las rosas, coronadas de espinas,
las
flores mutiladas, primaveras
segadas,
junto
a las botas militares
abandonadas,
un
ángel que cruza
pensativo,
con
la luz apagada de sus
ojos
una
luz que vino del
principio
del
ignoto y remoto ayer
antes
del café de la mañana
y
de pronto otra vez el
campo se oscurece,
de
nuevo la lluvia pertinaz
y el fogonazo del relámpago. Ángeles traidores levantan su propio huerto,
Nadie nos habla en esta soledad eterna, ahí
están los muros y las estatuas,
La arena calcinada refulge sobre ellos
En el cenit ardiente,
En los mástiles del puerto,
Banderas mutiladas, se mecen con el viento,
Que arremolina penas,
En lúgubres callejones,
Por donde caminamos…
Solo las sombras del silencio fluyen
En el vórtice de este incendio
Que nos niega…
Una estatua ha hablado,
Y el precio es la orfandad
La nada elemental, el vacío interior,
La deshumanización total.
Como saber si somos los mismos de ayer?
si
el jardín está sin
flores,
despojos
de caravanas, diseminados
en kilómetros,
si
fuimos los primeros
jamás lo sabremos,
hay
huellas de otros pasos
en el sendero,
el
universo nos trae voces
envueltas
en
el sacro misterio del
comienzo del tiempo,
hay
una puerta inmensa que
se abre
allá
en la esquina, la puerta
angosta,
una
corriente fría, cala los
huesos,
y
regresa como
reconociendo apenas el paisaje,
los
goznes se quejan, cuando
el viento sopla,
se
oyen pasos que se
alejan, la estrecha puerta vibra… y nadie llega…los pasos se acercan
Infinitos, a un punto impreciso…
cómo
saber en cuál de las
puertas
el
ávido porvenir camina,
y
no la regresión remota?
Ahora el ancho cielo iluminado, cabe en las
cuencas de mi mano,
de
los árboles, las rojas
frutas se ofrecen,
y en el infinito mar, los peces también
esperan.
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