Pasa el tiempo
César Molina Consuegra


Solo sospecho que sueño,

Con los ojos abiertos.

Mas mis manos tocan las flores

Caen gotas desde la ventana abandonada,

Y hay muertos insepultos.

 

Hoy desearía cantar a los Geranios, y Cayenas

y no a la memoria de los muertos.

Mas la tierra mana sangre en sus surcos y viñedos

en sus venas, y socavones,

la muerte como un alma en pena, nos asedia y nos enreda,

 

Se que nada queda al fin

Después del último suspiro,

Si es carne solo de lo que hablas,

Podrida la envoltura del cuerpo, alza el vuelo

tu verdadero ser, más allá del tiempo y del espacio.

 

Polvo, huesos, cenizas, tierra, piedras serán eternas,

Como el espíritu que se libera.

Un espejo de agua atrapara siempre, las cenizas,

Afirmando tu ser, en lo que has sido,

En lo que sembraste bajo la lluvia de fuego.

Y tomara nueva piel sobre las espumas del mar.

Un tren de olvido pasa cargado de recuerdos.

 

Con whitman apostamos a una vida Nueva,

tras la blanca incertidumbre de tantos días aciagos,

recordamos el verbo hecho carne de Jesús crucificado.

Pese a tantas iras y frustraciones acumuladas,

Seguiremos cantando a la vida, con los miedos represados.

Como el payaso en lo alto del trapecio...caminamos,

Sin olvidar en el limbo de los dioses primitivos

La operación ORION…

Pues tras las máscaras viene la masacre.

 

En el fondo soñamos lo tangible,

La vida es apenas un pasadizo efímero

De búsqueda infinita sin sosiego,

un camino errante de naves

Condenadas sin piedad hacia el Naufragio.

 

Bajo el sombrero voltiao

En la sombra de un guayabo, milenario,

A orillas del gran rio…

hay un hombre que sembrara peces

en la tierra, al despuntar la Aurora

Ese paisaje sobrevivirá a la muerte en su retina.

 

 

Este cielo sin luces saltara

Por el borde sombrío del universo.

Será el último grito de la desgracia

Que se arrancara del corazón.

 

Espantamos el viento de la guerra,

Y regresa como la maldición de un faraón,

que deja cuerpos mutilados.

 

Los patos y los cerdos huyeron espantados,

De las estacas de las cercas penden las cabezas cercenadas.

Y los brazos y piernas amputados.

 

Ahora llueve a cantaros sobre la tierra triturada,

Mas la lluvia no lavara la sangre derramada,

Hombre y Dios se debaten en el borde del infinito,

En la singularidad con que viajamos en el tiempo.

 

Como en un nuevo Sinaí, la semilla brotara

Bajo el relámpago y el trueno que sacude

Las entrañas de la tierra.

 

¿Es esta soledad salvaje acaso el preludio de un renacimiento?

Tras las alambradas brotaran nuevas semillas,

Será la hora de cantar a las orquídeas y azucenas.

 

Un nuevo sol brillará de nuevo.

Allá en lo alto.

Porque el hombre del hombre es hermano.