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La oscuridad de la
noche oculta la hora esperada, del nacimiento de un
niño que el Arcángel
anunciara. Solo una estrella les
guía en esa noche encantada, luz celestial que en
Belén ilumina su llegada. María - Espera, mi bien,
espera, que aún no hallamos la
posada para que nazcas de Dios cuando ya esté aposentada. José - ¿Qué
puedo hacer yo, María si no encontramos
posada? ¡No es esto lo que
mereces Virgen Santa Inmaculada! A ti, que has
concebido al niño hijo de Dios alguien te dará cobijo para que estéis bien los
dos. María - José, no puedo
esperar, nos llega lo hora
ansiada, ya cumplí los nueve
meses desde que fuese anunciada. José - ¡Mira,
mi dulce María, aquí yo veo un establo con una mula y un buey; por fin tenemos
resguardo! María - Pues será en este
pesebre, donde Dios quiere que
nazca, con humildad y pobreza, como su destino marca. José - Dices bien, Virgen
María, pero gloria nos aguarda por esta Natividad que es de tu ser
alumbrada. María - Hijo; tú que
desbordas candor en tu divino desnudo, deslumbras ya como el sol y has de iluminar el
mundo. José - Nuestra ternura y amor que nos llega de lo alto le aportará más calor que si lo cubriese un
manto. María - Ya se durmió
nuestro bien y ya comienza a soñar, que es la gloria del
edén y a todos quiere
salvar. José - ¡Despierta
Jesús, despierta, escucha el grato sonar de celestiales campanas que por ti quieren tocar
! María - Ya escucho sus
dulces sones. José, no se que pensar…; tenemos ya tantos dones que algo de ellos hay que
dar. José - El hijo que de
Dios diste, el mundo ha de
celebrar; es el fruto de tu
vientre que a todos vino a
salvar. María - No sé si es que
estoy soñando pero es que escucho un
cantar oigo ángeles que dicen: “Gloria a Dios en las alturas y al hombre en la
tierra, Paz” ¡¡PAZ, PAZ, PAZ, PAZ!! Maria Velasco Rivera del poemario Fragmentos del Alma |
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