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Ella era lo que los muchachos llamábamos una flaca buena; no muy
bonita, pero tenía un no se qué que atraía y en las
fiestas era el centro de atracción. Los cinco amigos y compinches apostamos
quien era el afortunado que la conquistaba… y yo gané, no quiero entrar en
detalles del proceso y paso al tiempo en que ya estábamos cuadrados. Como en todas las relaciones de pareja, al principio muy bien,
cuando uno está ciego, sordo y bobo. No me había dado cuenta de que nunca me
recibía nada de comer, y de beber muy poco, algunos sorbos de la gaseosa o el
jugo que yo estaba consumiendo. No me parecía nada anormal hasta que la invité
a conocer a mis padres y mi madre se esmeró en preparar un almuerzo fuera de
serie. Mi novia, de nombre imposible, Yarleisa, no
probó nada, con la disculpa de una invitación similar de sus padres, pero ni un
bocado o un sorbo. Con el paso de las semanas yo me cansaba de sus rechazos a
cualquier comida o bebida y ella adelgazaba de manera preocupante. Como nunca
me invitó a su casa no sabía que era lo que le sucedía, hasta que un día, un
señor fue a buscarme a mi casa y se presentó como el padre de mi amor. Me
preguntó que comía cuando estaba conmigo porque en su casa no recibía nada con
la disculpa que estaba llena porque yo le ofrecía siempre bizcochos, galletas,
helados y otras delicias; se puso pálido y tembloroso cuando le respondí que
jamás recibía el menor bocado. Corrimos a su casa, que yo veía por vez primera, y nos asombró ver
una ambulancia y paramédicos. Ella estaba acostada en una camilla y nos dijeron
que la llevaban a urgencias al hospital, nos montamos en el carro de mi recién
conocido suegro y su señora y al llegar a la clínica nos informaron que estaba
en cuidados intensivos por extrema debilidad ocasionada por su anorexia. Ocho días más tarde me llamaron para informarme de su muerte por
desnutrición. NOTA: En recuerdo de una gran amiga que así se fue de este mundo. |
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