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No recuerdo cuantos
tragos había tomado en esa interminable noche de diciembre con amigos de
ocasión, si es que se pueden llamar así a cuatro o cinco borrachos que me
encontré en una cantina de mala muerte en una noche que no deseo recordar. Yo
era el único que tenía dinero y ellos me festejaban todas las pendejadas que se
me ocurría decir. Trago más trago hasta
perder la razón, en medio de risotadas, abrazos y hasta lágrimas por las
añoranzas; de un momento a otro resultamos siendo los mejores amigos del planeta
y se me acabó la plata, tal vez eran las tres o cuatro de la mañana, se me
viene ese retazo de recuerdo en medio de la bruma alcohólica, cuando nos
sacaron a empellones de la tienducha después de empeñar mi reloj por la última
botella de licor. También como entre una
espesa neblina veo a cuatro tipos con cuchillos en mano atravesados por dónde
íbamos a pasar y exigiendo todo lo de valor que lleváramos con nosotros. Yo me
quité el saco y lo entregué y de pronto sentí un fuerte golpe en la cabeza y es
lo último que recuerdo. Desperté adolorido y
asustado sobre una superficie metálica y fría, en una completa oscuridad. Traté
de sentarme y me di un golpe en la frente, estaba acostado y encerrado en una
urna metálica, saqué esta conclusión al palpar con mis manos hasta donde podía las dimensiones del lugar donde reposaba desnudo,
¡desnudo! De pronto me di cuenta de que no llevaba nada encima; además el
silencio era total, en ese momento me entró el pánico y traté de patear,
golpear con lo puños, gritar y nada, mi voz sonaba
como retumbando con el eco de ese encierro. No sé cuánto tiempo
transcurrió, se me hizo eterno, cuando entró un chorro de luz y la bandeja
(decidí llamarla así) se deslizó hacia afuera y allí tres personas vestidas con
bata de médico, gorro y tapabocas me miraron llenos de asombro. ·
¡Está
vivo!, dijo uno. ·
Muy
extraño, le respondieron en coro ·
Hace
tres días llegó sin signos vitales y como no tenía documentos lo declaramos NN
y para el cuarto frío, escuché a uno de ellos. Hasta ese momento no me
había dado cuenta que estaba orinado y cagado, uno de ellos me explicó que
algunos cadáveres continúan evacuando y sus uñas y pelo crecen después de
muertos. Del susto tan hijuemadre no sabía o no podía
hablar, así que escuché la conversación que sostuvieron y por la que me enteré
de haber entrado en Medicina Legal como NN, sin signos vitales y declarado
muerto por el funcionario de turno que ordenó mi encierro mientras en 72 horas
pudieran aparecer algunos familiares. Por esta razón seguía en la Morgue y con
vida. Para terminar, debo
agradecer a un poder superior, como se llame, que dicho funcionario estaba
demasiado borracho y no pudo o no supo determinar mi supuesta muerte
comprobando la ausencia de signos vitales, que fue lo que escribió en el acta
de constancia de mi entrada a un sitio donde no pienso volver. |
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