Benito y Librada (Apéndice)
Pedro García Rodríguez


De Torre del Mar a Calahonda

Muchos de los que huyeron en “la desbandá” fueron devueltos a la Málaga ocupada en ferrocarril desde Torre del Mar, donde habían desembarcado tropas italianas para controlar el posible paso de excombatientes. Aunque la inmensa mayoría eran mujeres, niños y ancianos hambrientos y agotados

 

Otros muchos, seguramente los que eran combatientes, fueron huyendo a lo largo de la carretera por diferentes lugares, donde y cuando sus fuerzas y la difícil orografía del terreno se lo permitieron, hacia poblaciones al interior donde ponerse a salvo si conseguían pasar las líneas y contactar con fuerzas republicanas.

 

Ya en la provincia de Granada en Salobreña, el rio Guadalfeo, que recoge las aguas de Sierra Nevada, debido al deshielo, durante esos días bajaba muy crecido. Muchos cruzaron. Según pasaban las horas el caudal seguía creciendo, además muy cerca, una columna italiana les pisaba los talones. Gracias a que les contuvieron un grupo de hombres y mujeres y escasos efectivos de Motril, la mañana del 10 de febrero, siguieron lanzándose a las frías aguas. En el punto álgido de la crecida, muchos de los que se lanzaron fueron arrastrados por la corriente no consiguiendo llegar con vida.

 

Mientras, en la capital malagueña, los invasores saqueaban las casas que se sabía pertenecían a simpatizantes republicanos, cometiendo al tiempo todo tipo de fechorías, violaciones, de hecho hubo muchísimas víctimas de las represalias, calculándose en cerca de 10.000 fusilados solo en aquellos días.

 

En la provincia de Almería, en Adra se concentraron muchísimos refugiados, hasta el punto de pasar de una población más o menos de 5000 habitantes a 25000. Este aumento tan vertiginoso en tan pocos días y en tan malas condiciones provocó serios enfrentamientos con los vecinos. El gobierno tomó cartas en el asunto y envió pequeños buques de carga para poner a salvo a cuantos pudieron subir a bordo y los trasladaron a Alicante, Valencia y Barcelona.

 

Los que llegaron finalmente a la capital Almeriense se encontraron de nuevo con más de lo mismo, ya que en esos días arreciaron los bombardeos sistemáticos desde mar y aire para dar la bienvenida a los malagueños y seguir amedrentando a los habitantes de Almería. Aun así el pueblo almeriense acogió muy bien en sus casas a los refugiados malagueños con quienes confraternizaron.

 

Después de algunos días de descanso, poco a poco fueron partiendo algunos andando como pudieron, otros a bordo de pequeñas embarcaciones de pescadores que se prestaron a ello se fueron disgregando a lo largo del litoral mediterráneo llegando incluso hasta Francia.

 

Meses después

El frente quedó estabilizado entre Calohonda y Castell de Ferro, distantes 6 kilómetros, en la provincia Granada. Muy lejos de allí, en la cornisa cantábrica, a casi 1000 kilómetros de distancia, entre finales de septiembre y octubre de ese año poco a poco fue desmoronándose el Frente Norte.

Primero Santander, luego Bilbao, finalmente Asturias, fueron cayendo cual castillo de naipes.

 

Particularmente Asturias y norte de León resistieron heroicamente los durísimos ataques del ejército de Franco. Gente muy dura y valerosa amante de su tierra y de su libertad y aislados del resto del territorio, acostumbrados a buscarse la vida sin depender de nadie, formaron su propio “Consejo soberano de Asturias y Leon” ya que la peculiaridad geográfica impedía continuar bajo la normal y mediocre gestión militar del gobierno central.

 

Después de muchos combates, muchísimas bajas dada la inferioridad aplastante de fuerzas, poco a poco fueron perdiendo terreno, perdiendo el paso de “el Mazuco” después de 33 días de sangrientos combates y dejando una vía de entrada al corazón de Asturias por donde entraron cómodamente las fuerzas invasoras procedentes de Santander que llegaron hasta Ribadesella y finalmente a Gijón.

 

Hubo muchísimas bajas y muchos combatientes republicanos fueron hechos prisioneros y enviados a diferentes batallones de castigo por el resto de la península.

 

Condenados a realizar trabajos forzados consistentes sobre todo en construcción de infraestructuras de defensa y comunicaciones para el enemigo, sin apenas comida y menos vestimenta adecuada, tuvieron que sufrir todo tipo de humillaciones y malos tratos a veces hasta la muerte, estando tan alejados de sus lugares de origen que era prácticamente imposible cualquier intento de fuga.

 

Uno de esos batallones de castigo tenía su lugar de confinamiento en el Fuerte de Carchuna. Este es un castillo construido por el año 1777, para defensa de los ataques de los piratas. A principios del s. XX se habilitó como casa cuartel de carabineros. Tras la toma de Málaga y posterior avance de los franquistas pasó a ser utilizado como presidio. Hacia mayo de 1938 allí se encontraban 308 prisioneros procedentes precisamente de la batalla de “el Mazuco”. Donde lo dieron todo por intentar detener el avance imparable de los enemigos de la legalidad. Entre otros valientes combatientes por la libertad allí se encontraban 4 jóvenes de entre 23 y 25 años que antes de ser soldados habían sido:

 

-   Joaquín Fernandez Canga, mecánico de equipos eléctricos, de Sama de Langreo

-   Secundino Alvarez Torres (25 años), de Sama de Langreo.

-   Esteban Alonso Garcia, minero (23 años)

-  Cándido Adolfo Muriél López. De la Felguera. Miembro de la C.N.T. Chófer, taxista. Sirvió como enlace al comienzo de la guerra.

 

Los cuatro habían pasado por academias militares y habían salido de Tenientes. Pero sobre todo eran paisanos, asturianos, amaban su tierra, su patria querida. Hemos de tener en cuenta que como la mayor parte de generales, jefes y oficiales del ejército español por convicción o por imposición se pusieron del lado de los golpistas, hubo que improvisar rápidamente una escala de mando, promocionando y ascendiendo a quien daba muestras de valor y determinación.

 

Joaquín Fernandez, junto con su hermano Higinio salieron en julio del 36 en una de las columnas de mineros que se formaron para ir a defender Madrid. Poco después tuvieron que volver a Oviedo a combatir la sublevación que también allí se produjo por parte de muchos militares golpistas. Allí precisamente conoció a Luis Bárzana.

 

Luis Bárzana, de Gijón, ejerció como maestro. Fue dirigente de las Milicias Antifascistas obreras y campesinas de Gijón. Participó en la Revolución de Asturias de 1934. Más tarde tras comenzar la guerra participó en la supresión de la sublevación de Gijón. Mandó diferentes unidades, como comandante primero de un batallón, hasta terminar en la 57 división, permaneciendo en Asturias hasta la caída del frente Norte. Tras regresar a la zona central republicana fue Jefe de la 71 división en el frente de Andalucía. En mayo de 1938 lidero la evasión de Fuerte Carchuna.

 

Los prisioneros del fuerte, casi todos asturianos y muchos procedentes de las comarcas mineras eran utilizados para construir un aeródromo en los llanos de Carchuna y los caminos de acceso a las posiciones del frente. Carchuna, junto a Calahonda, se encuentra en una planicie muy protegida.

Orientada al mar hacia el sur, un mar muy profundo hasta prácticamente la misma orilla y rodeada de una serie de montes cercanos con mucho desnivel que la protegen. Se encuentra a unos 10 kilómetros de las líneas republicanas tanto por el este como por el norte.

 

Los prisioneros notan que las visitas de los falangistas, que se produjeron desde el principio, como en muchos otros lugares, cada vez son más seguidas y se llevan detenidos a más presos. Los cuales nunca regresan. Esta práctica era la habitual en muchos pueblos. Elaboraban una lista de “sospechosos”, de noche se presentaban, los sacaban de sus casas, se los llevaban “de paseo”, y de madrugaba los fusilaban donde les venía en gana.

 

 

Joaquín se encarga en el fuerte de arreglar piezas y equipos eléctricos. Cada vez que salía a realizar los trabajos no dejaba de observar el entorno para planear la fuga.

 

Adolfo un día recogiendo palmitos, que cubrían esos llanos, a mano, sufrió una picadura de alacrán. Mientras esperaba que le curaran conoció a una persona que regentaba una cantina próxima y que fue quien le hizo un plano de como escapar del fuerte.

 

Eligieron una noche propicia para la fuga, los cuatro jóvenes tenientes habían convenido con sus compañeros que si todo salía bien, una vez estuvieran a salvo harían 3 disparos al aire. El 19 de mayo tras atacar a los guardias logran escapar y caminan en dirección contraria a las líneas republicanas para despistar a la consiguiente persecución. Después de un buen trecho se descalzaron volviendo sobre sus pasos para no dejar rastro. Después de varias horas de caminata por el monte llegaron con los pies destrozados a territorio amigo.

 

Contactaron con el Comandante Luis Bárzana a quién explicaron la situación en la que se encontraban sus compañeros en el fuerte y organizaron una fuerza, similar en número a la que custodiaba aquel lugar, compuesta por ellos 4 y otro Teniente, auxiliar del comandante, quien tomó el mando de la operación, soldados republicanos, guerrilleros y dos brigadistas internacionales entrenados para operaciones especiales, que estaban destinados en Almería.

 

Hay que decir que en muchos lugares de España ya actuaban miles de guerrilleros organizados a su manera por grupos, dispersos entre sí, repartidos por muchos lugares de difícil acceso, se podría decir que hacían la guerra por su cuenta, gente del monte, pastores, acostumbrados a sobrevivir sin apenas nada por largos periodos de tiempo, salvando las difíciles condiciones climáticas.

Realizaban actos de sabotaje, actuando solos o conjuntamente con unidades del ejército o de milicianos, cuando eran requeridos. Participaron en muchas acciones, una de ellas, tal vez la más sonada: La liberación de Fuerte Carchuna. Fueron la pesadilla de Franco durante la guerra civil. Durante el día se mimetizaban con el paisaje y actuaban de noche siendo perfectos conocedores del terreno. Infiltrándose casi siempre en las líneas enemigas para hacer su trabajo. Se les llamaba “los niños de la noche”.

 

Prometieron que volverían... Y volvieron.

El día 21 de mayo embarcaron en dos lanchas de pesca con todo el armamento necesario y cajas de explosivos. Tuvieron que utilizar ese tipo de embarcación al no disponer de otras más especializadas para semejante acción. Sin luces de posición, en plena oscuridad, sin instrumentos de orientación ni radiofonía. Muchos de los participantes no sabían nadar. Intentando confundir el fuerte ruido de los motores con el de los demás pesqueros que faenaban por allí.

 

Una de las dos barcas tuvo avería en el motor, la otra tuvo un error de cálculo y se desorientó, llegando casi hasta la altura de Motril, lo que dio al traste con la operación. Teniendo que volver y con un cable remolcar a la que estaba averiada para regresar a Castell de Ferro.


El día 23 a las 22 h. zarparon de nuevo y esta vez sin incidentes llegaron a Calahonda a las 24 h. Había cierto oleaje que les impidió alcanzar la orilla por lo que tuvieron que desembarcar todo el material como pudieron a nado. En mayo el agua está todavía muy fría.

 

En la playa les esperaban unos enlaces, unos paisanos y pescadores que les proporcionaron la información precisa para realizar la operación. Cortaron el tendido telefónico tomaron un “chambao” próximo al fuerte donde guardaron algunos explosivos e iniciaron el asalto.

 

Poco antes del amanecer toma el mando el teniente ayudante de Bárzana para realizar el asalto. Poco a pocos se aproximan al edificio rastreando y lo rodean si ser vistos por los centinelas, cuando aparecen tres ya es demasiado tarde y son obligados a rendirse, uno de ellos levanta el arma para disparar y resulta herido en una pierna. Alertada el resto de la guardia, después de un breve tiroteo, lucha cuerpo a cuerpo, otro centinela muerto, abren todas las puertas y salen aturdidos los presos al tiempo que los soldados de la guarnición se rinden. Sentencian al Alférez al mando junto con tres sargentos y un cabo, acusados de malos tratos hacia los presos.

 

Una vez liberados repartieron fusiles y granadas de la guarnición y salió a toda prisa gritando vítores a Asturias el numeroso grupo hacia las líneas amigas. Tuvieron que enfrentarse con soldados franquistas alertados que les cerraron el paso en la carretera también con unos guardias civiles, produciéndose varias bajas en esos combates.

 

Por orden de Bárzana desde unas posiciones cercanas pero en otro emplazamiento abrieron fuego de artillería para despistar y así facilitar la huida. Tras varias escaramuzas consiguieron llegar en dos grupos al lugar donde se encontraba la fuerza republicana al mando del Comandante Luís Bárzana. Lo celebraron con vivas y cantando “Asturias patria querida”, todos juntos: combatientes asturianos, guerrilleros andaluces, brigadistas internacionales y soldados republicanos procedentes de cualquier lugar de España, en un mismo fraternal abrazo soldados, clases, suboficiales y oficiales.

 

A día de hoy hay una placa en el fuerte que recuerda la proeza que protagonizaron aquellos valerosos hombres que no escatimaron ningún esfuerzo para defender la libertad.