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De Torre del Mar a Calahonda
Muchos de los que huyeron
en “la desbandá” fueron devueltos
a la Málaga ocupada en ferrocarril
desde Torre del Mar, donde habían desembarcado tropas italianas para controlar el posible paso de
excombatientes. Aunque la inmensa
mayoría eran mujeres, niños y ancianos hambrientos y agotados
Otros muchos, seguramente los que sí eran combatientes, fueron huyendo a lo largo
de la carretera por diferentes lugares, donde y cuando sus fuerzas y
la difícil orografía del terreno se lo permitieron, hacia poblaciones al interior donde ponerse a salvo si
conseguían pasar las líneas y contactar con fuerzas republicanas.
Ya en la provincia de Granada en Salobreña,
el rio Guadalfeo, que recoge las aguas de Sierra Nevada, debido al deshielo,
durante esos días bajaba muy crecido. Muchos cruzaron. Según pasaban las horas el caudal
seguía creciendo, además muy cerca, una columna
italiana les pisaba
los talones. Gracias a que les contuvieron un grupo de hombres y mujeres y escasos efectivos de Motril, la mañana
del 10 de febrero, siguieron lanzándose a las frías aguas. En el punto álgido de la crecida, muchos
de los que se lanzaron fueron arrastrados por la corriente no consiguiendo
llegar con vida.
Mientras, en la capital malagueña, los invasores saqueaban las casas que se sabía pertenecían a simpatizantes republicanos, cometiendo al tiempo
todo tipo de fechorías, violaciones, de hecho hubo muchísimas víctimas de las represalias, calculándose en cerca de 10.000 fusilados
solo en aquellos días.
En la provincia
de Almería, en Adra se concentraron muchísimos refugiados, hasta el punto de pasar
de una población más o menos de 5000 habitantes a 25000. Este aumento tan
vertiginoso en tan pocos días y en tan malas condiciones provocó serios
enfrentamientos con los vecinos. El gobierno tomó cartas en el asunto y envió
pequeños buques de carga para poner a salvo a cuantos pudieron subir a bordo y los trasladaron a Alicante, Valencia y Barcelona.
Los que llegaron finalmente
a la capital Almeriense se
encontraron de nuevo con más de lo mismo, ya que en esos días arreciaron los
bombardeos sistemáticos desde mar y aire para dar la bienvenida a los malagueños y seguir amedrentando a
los habitantes de Almería. Aun así el pueblo
almeriense acogió muy bien en sus casas a los refugiados malagueños con
quienes confraternizaron.
Después de algunos días de descanso, poco a
poco fueron partiendo algunos andando como pudieron, otros a bordo de pequeñas
embarcaciones de pescadores que se prestaron
a ello se fueron disgregando
a lo largo del litoral mediterráneo llegando incluso hasta Francia.
Meses después
El frente quedó estabilizado entre Calohonda y Castell de Ferro, distantes 6 kilómetros, en la provincia Granada. Muy lejos
de allí, en la cornisa
cantábrica, a casi 1000 kilómetros de distancia, entre finales de septiembre y octubre de
ese año poco a poco fue desmoronándose el Frente Norte.
Primero Santander, luego
Bilbao, finalmente Asturias, fueron cayendo cual castillo de naipes.
Particularmente Asturias y norte de León resistieron heroicamente los durísimos
ataques del ejército de Franco. Gente muy dura y valerosa amante de su
tierra y de su libertad y aislados del resto del territorio, acostumbrados a
buscarse la vida sin depender de nadie, formaron su propio “Consejo soberano de Asturias y Leon” ya que la peculiaridad
geográfica impedía continuar bajo la normal y mediocre gestión militar del gobierno central.
Después de muchos combates, muchísimas bajas dada la inferioridad
aplastante de fuerzas, poco a poco fueron perdiendo terreno, perdiendo el paso de “el Mazuco”
después de 33 días de sangrientos
combates y dejando una vía de entrada
al corazón de Asturias por donde entraron
cómodamente las fuerzas
invasoras procedentes de Santander que llegaron hasta Ribadesella y finalmente a Gijón.
Hubo muchísimas bajas
y muchos combatientes republicanos fueron hechos
prisioneros y enviados a diferentes batallones de
castigo por el resto de la península.
Condenados
a realizar trabajos
forzados consistentes sobre todo en construcción de infraestructuras
de defensa y comunicaciones para el enemigo, sin apenas comida y menos
vestimenta adecuada, tuvieron que sufrir todo tipo de humillaciones y malos
tratos a veces hasta la muerte, estando
tan alejados de sus lugares de origen que era prácticamente imposible cualquier
intento de fuga.
Uno de esos batallones de castigo tenía su lugar
de confinamiento en el
Fuerte de Carchuna. Este es un
castillo construido por el año 1777, para defensa de los ataques de los
piratas. A principios del s. XX
se habilitó como casa cuartel de carabineros. Tras la toma de Málaga y
posterior avance de los franquistas pasó a ser utilizado como presidio. Hacia mayo de 1938 allí se encontraban 308
prisioneros procedentes precisamente de la batalla de “el Mazuco”. Donde lo dieron todo por intentar detener el
avance imparable de los enemigos de la legalidad. Entre otros valientes combatientes por la libertad allí se
encontraban 4 jóvenes de entre 23 y 25 años que antes de ser soldados habían
sido:
-
Joaquín Fernandez Canga, mecánico de equipos eléctricos, de Sama de Langreo
-
Secundino Alvarez
Torres (25 años),
de Sama de Langreo.
-
Esteban Alonso
Garcia, minero (23 años)
-
Cándido
Adolfo Muriél López.
De la Felguera. Miembro de la C.N.T.
Chófer, taxista. Sirvió
como enlace al comienzo de la guerra.
Los cuatro habían pasado por academias militares y habían salido de
Tenientes. Pero sobre todo eran paisanos, asturianos, amaban su tierra, su
patria querida. Hemos de tener en cuenta que como la mayor parte de generales, jefes y oficiales del ejército español
por convicción o por imposición se pusieron del lado de los golpistas, hubo que improvisar
rápidamente una escala de mando, promocionando y ascendiendo a quien daba
muestras de valor y determinación.
Joaquín Fernandez, junto con su hermano Higinio
salieron en julio del 36 en una de las columnas de mineros que se formaron para ir a
defender Madrid. Poco después
tuvieron que volver a Oviedo a combatir la sublevación que también allí se produjo por parte de muchos militares
golpistas. Allí precisamente conoció
a Luis Bárzana.
Luis Bárzana, de Gijón, ejerció como
maestro. Fue dirigente de las Milicias Antifascistas
obreras y campesinas de Gijón. Participó en la Revolución de Asturias de 1934. Más tarde tras comenzar
la guerra participó en la supresión de la sublevación de Gijón. Mandó diferentes unidades, como comandante
primero de un batallón, hasta terminar en la 57 división, permaneciendo en Asturias hasta la caída del frente Norte. Tras regresar a la zona central republicana fue Jefe de la 71 división
en el frente de Andalucía. En mayo de 1938 lidero la evasión de Fuerte
Carchuna.
Los prisioneros del fuerte,
casi todos asturianos y muchos procedentes de las comarcas mineras eran utilizados para construir un aeródromo en los llanos
de Carchuna y los caminos
de acceso a las
posiciones del frente. Carchuna, junto a Calahonda, se encuentra en una
planicie muy protegida.
Orientada al mar hacia el sur,
un mar muy profundo hasta prácticamente
la misma orilla y
rodeada
de una serie de montes
cercanos con mucho desnivel que la protegen.
Se encuentra a unos 10 kilómetros de las líneas republicanas
tanto por el este como por el norte.
Los prisioneros notan que las visitas de los falangistas, que se produjeron desde el principio, como en muchos otros
lugares, cada vez son más seguidas
y se llevan detenidos a más presos.
Los cuales nunca regresan.
Esta práctica era la habitual en muchos pueblos. Elaboraban una lista de
“sospechosos”, de noche se presentaban, los sacaban de sus casas, se los llevaban “de paseo”,
y de madrugaba los fusilaban donde les venía en gana.
Joaquín
se encarga en el fuerte de arreglar
piezas y equipos
eléctricos. Cada vez que salía a realizar los trabajos no dejaba de
observar el entorno para planear la fuga.
Adolfo un día recogiendo palmitos, que cubrían esos llanos, a mano, sufrió una picadura
de alacrán. Mientras esperaba
que le curaran conoció a una persona que regentaba
una cantina próxima y que fue quien le hizo un plano de como escapar del
fuerte.
Eligieron
una noche propicia
para la fuga, los cuatro
jóvenes tenientes habían
convenido con sus compañeros que si todo salía bien,
una vez estuvieran a salvo harían 3 disparos al aire. El 19 de mayo tras atacar a los guardias logran escapar y
caminan en dirección contraria a las líneas republicanas para despistar a la
consiguiente persecución. Después de
un buen trecho se descalzaron volviendo sobre
sus pasos para no dejar rastro. Después
de varias horas de caminata
por el monte llegaron con los pies destrozados a territorio amigo.
Contactaron con el Comandante Luis Bárzana
a quién explicaron la situación en la que se encontraban sus compañeros en el
fuerte y organizaron una fuerza, similar en número a la que custodiaba aquel
lugar, compuesta por ellos 4 y otro Teniente, auxiliar
del comandante, quien tomó
el mando de la operación, soldados republicanos, guerrilleros y dos brigadistas
internacionales entrenados para operaciones especiales, que estaban destinados
en Almería.
Hay que decir que en muchos lugares
de España ya actuaban miles
de guerrilleros organizados a su manera por
grupos, dispersos entre sí, repartidos por muchos lugares de difícil acceso, se
podría decir que hacían la guerra por su cuenta, gente del monte, pastores, acostumbrados a sobrevivir sin apenas nada por largos
periodos de tiempo, salvando las difíciles condiciones climáticas.
Realizaban actos de sabotaje, actuando solos o conjuntamente con unidades del ejército o de milicianos,
cuando eran requeridos. Participaron
en muchas acciones, una de ellas,
tal vez la más sonada: La liberación de Fuerte Carchuna. Fueron
la pesadilla de Franco durante la guerra civil. Durante el día se mimetizaban
con el paisaje y actuaban de noche siendo perfectos conocedores del terreno. Infiltrándose casi siempre en las líneas
enemigas para hacer su trabajo.
Se les llamaba “los niños de
la noche”.
Prometieron que volverían... Y volvieron.
El día 21 de mayo embarcaron en dos lanchas
de pesca con todo el armamento necesario y cajas de explosivos. Tuvieron que utilizar ese tipo de
embarcación al no disponer de otras más especializadas para semejante acción.
Sin luces de posición, en plena oscuridad, sin instrumentos de orientación ni radiofonía. Muchos de los participantes no sabían nadar.
Intentando confundir el fuerte ruido de los motores con el de los demás
pesqueros que faenaban por allí.
Una de las dos barcas tuvo avería en el
motor, la otra tuvo un error de cálculo y se desorientó, llegando casi hasta la altura de Motril, lo que dio al traste
con la operación. Teniendo que volver y con un cable remolcar a la que estaba
averiada para regresar a Castell de Ferro.
El día 23 a las
22 h. zarparon de nuevo y esta vez
sin incidentes llegaron a Calahonda a las
24 h. Había cierto oleaje
que les impidió alcanzar la orilla por lo que tuvieron que desembarcar todo el
material como pudieron a nado. En mayo el agua está todavía muy fría.
En la playa
les esperaban unos enlaces, unos paisanos y pescadores que les proporcionaron la información precisa para realizar la operación. Cortaron el
tendido telefónico tomaron un “chambao” próximo al fuerte donde guardaron
algunos explosivos e iniciaron el asalto.
Poco antes del amanecer toma el mando el teniente ayudante de Bárzana para realizar
el asalto. Poco a pocos se aproximan
al edificio rastreando y lo rodean
si ser vistos por los centinelas, cuando aparecen tres ya es demasiado tarde
y son obligados a rendirse, uno de ellos levanta el arma para disparar y
resulta herido en una pierna. Alertada
el resto de la guardia, después de un breve tiroteo, lucha cuerpo a cuerpo,
otro centinela muerto, abren todas las puertas y salen aturdidos los presos al
tiempo que los soldados de la guarnición se rinden. Sentencian al Alférez
al mando junto con tres sargentos y un cabo, acusados de malos tratos hacia los
presos.
Una vez liberados repartieron fusiles y
granadas de la guarnición y salió a toda prisa gritando vítores a Asturias el numeroso grupo hacia las líneas
amigas. Tuvieron que enfrentarse con
soldados franquistas alertados que les cerraron
el paso en la carretera
también con unos guardias
civiles, produciéndose varias bajas
en esos combates.
Por orden de Bárzana desde unas posiciones
cercanas pero en otro emplazamiento abrieron fuego de artillería para
despistar y así facilitar la huida. Tras
varias escaramuzas consiguieron llegar en dos grupos al lugar donde se
encontraba la fuerza republicana al mando del Comandante Luís Bárzana. Lo celebraron con vivas y cantando “Asturias patria querida”, todos
juntos: combatientes
asturianos, guerrilleros andaluces, brigadistas internacionales y soldados
republicanos procedentes de cualquier lugar de España, en un mismo fraternal
abrazo soldados, clases, suboficiales y oficiales.
A día de hoy hay una placa en el fuerte que recuerda la proeza que protagonizaron aquellos valerosos hombres que no
escatimaron ningún esfuerzo para defender la libertad. |
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