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Vivía en San Juan de Ojojona, un pueblo
pequeño del departamento de
Francisco Morazán, Tegucigalpa. de aproximadamente 6000 habitantes.
La población dependía de las artesanías
de barro, madera, hamacas,
pinturas y otros. Los más vendibles eran sus comales, ollas, candelabros, jarrones para agua, gallinitas con huecos para almacenar los huevos.
Dichas artesanías eran vendidas en
las casas, la mayoría de ellas
con corredores con techos
de madera y tejas. Allí se enhibían todos su productos.
Después el pueblo construyó un pequeño mercado, pero la gente se quedó con la costumbre de vender en sus propias casas. El pequeño lugar
era pintoresco, lleno de árboles, dos iglesias, calles empedradas y un pequeño museo llamado
Villa Trinidad, casi en ruinas donde se decía que habían capturado al general Francisco Morazán. Y sobretodo la gente amable y dulce. Los días de mercado eran
los Viernes, Sábados y Domingos.
No recuerdo cuándo,
ni dónde ni quién me había
recomendado a mis dos huéspedes
que llegaron a hospedarse en mi casa por unas dos semanas y se quedaron por muchos meses y algunos años. Al principio pensé que eran gringos, al final supe que eran
de Europa, pués hablaban otro idioma además
al inglés. Comían de todo, pero nunca
les vi comer carne, a no ser que fuera
de pollo. Compartíamos
la cocina y debido a que yo era jubilado, casi nunca comía
tres veces al día. Eso favoreció que nunca tuvimos tropiezo alguno por compartir nuestra estufa y demás enseres de la cocina. Eran muy callados,
leían mucho, muy observadores y les gustaba salir a caminar por el pueblo, el río y los alrededores.
De vez en cuando les acompañaba sobre todo para servirles de guía y presentarles con algunas personas
importantes de dicha población.
El pueblo los conocía como
los gringos de la casa de Don Nico. El
se llamaba XX y la esposa YY.
Escuchaban música especial, eran simplemente sonidos. Lo único que entendía era algo así como “OM”, “AUM” y a veces simplemente “O”. Al principio me parecía
raro, sin gusto, pero después me gustaron dichos sonidos. Como la casa era grande, con árboles plantados en el
centro, y jardines enfrente de cada una de las habitaciones, con amplios corredores techados con macetas. Dicha música hacía que mi casa fuera algo así como lugar de retiro
o algo similar. Ellos en
sus cosas y yo en las mías, pues
me gustaba hacer trabajos de madera. Observaba que a ellos les gustaban
las flores y la madera recién cortada. Especialmente a YY, pues le fascinaba y tal parecía que se metía en las vetas de la madera y en el
cáliz, pétalos, estambres y pistilos de
las flores. Por alguna razón, prefería especialmente aquellas de color amarillo. En varias ocasiones,
me dijo y me dibujó con claridad la forma de las vetas y cuantas estrías iba a encontrar
en una sección del tronco de roble que apenas iba a cortar. Ambos eran precisas e impresionantes. YY era super especial. A partir de ése momento,
pensé que seguramente no eran personas de éste planeta. Como aficionado a la fotografía, saqué mi micro lente y me dirigí a las flores que ella me había indicado. Era incredible su comentario y su bosquejo. Coincidía exactamente con lo que
mi lente reflejaba en la fotografía descargada en mi computadora. Cómo hacía para poder ver y viajar hacia
dentro de todo lo que veía? Qué maravillosos dones de pareja. Estaba feliz de tenerlos hospedados en mi casa. Notaba que YY se desordenaba principalmente cuando se metía en las flores, quizás por el espacio
diminuto que tenía para viajar en dichas
partes de la flor, a pesar de que era de complexión alta y muy delgada. Accidentalmente descubrí que ambos podían
salir de sus cuerpos y hacían vuelos a lugares que nunca supe y me daba pena y a la vez miedo preguntarles. Cuando dichos eventos ocurrían, salían de sus cuerpos y volaban como burbujas de jabón que en segundos
se hacían invisible a los ojos. Una noche como todas, en sus vuelos
cotidianos, YY ingresaba en su estado
etéreo y volando llegó hasta mi habitación que estaba cerrada. Acostada en el
cielo, observaba mi cama desde lo alto, sentí su presencia
en mi cuarto y muy callada, voló
suavemente como una pequeña nube y muy sutilmente se metió bajo mis sábanas de algodón color blanco, introduciéndose en mi cuerpo y así comenzé
a volar con ella. No sé si éramos un solo cuerpo, pero sentía
fácilmente su calor, y su piel
muy dentro de la mía, como que si mi sangre se hubiera mezclado con la de ella. Sentía una temperatura diferente, eramos dos pero éramos uno, no sentía mi peso, estaba abrazado fuertemente a ella pues
tenía al principio temor de
caerme pués comenzaba a salir de mi cuarto y volar hacia el cielo, a velocidades
muy altas. Ella me protegía como si
fuese parte de ella. Así desapereció
mi miedo. Qué fantástico y bello era volar, especialmente
con ella, una mujer limpia
y hermosa. Sabía que estaba volando pués podia sentir la brisa fresca de la noche sobretodo en mis pies y mi costado. Ella estaba muy contenta de sentirse abrazada y volar juntos por aquel cielo azul y obscuro.
Tal parecía que por eso quería volar conmigo, por mis cálidos abrazos. Podía ver muchas
luces, colores nunca
vistos, a veces cerraba los
ojos pués estábamos a mucha altitud. YY estaba super alegre, reía con gozo al verme feliz y sentir
mis abrazos. Había en mí una mixtura de felicidad, pasión y culpa, pués sabía que no estaba bien volar con la esposa
de XX, ya que volábamos
medio desnudos. Un pequeño lienzo blanco más
fino que la seda era todo nuestro vestuario,
me arropaba con sus senos y
el resto de su cuerpo. Le fascinaba que la apretara fuerte y con ternura. Intuí que ambos sentíamos lo mismo, mis principios religiosos me indicaban que era pecado, pero me decía a mi mismo instantáneamente que ese pecado
era especial, dulce e inevitable y que afortunadamente
podía confesarme con el cura del pueblo. Dichos vuelos se hicieron frecuentes, de modo que cuando ella volaba, íbamos
juntos. A partir de ése día me bañaba por las noches, antes de irme a la cama, para que mi cuerpo estuviera limpio y para que ella supiera que era un hombre aseado.
Total ella todo lo sabía si así
lo quería. De esa forma al despertarme podría olfatear el perfume de su cuerpo que quedaba en el mío. Será solo un sueño? me preguntaba y me preguntaba, y así pasaron muchas noches. Su esposo XX nunca desconfiaba de ella, sin embargo el comportamiento de ella estaba cambiando
lenta y progresivamente y
sus vuelos se hicieron más frecuentes y prolongados. Lo difícil para XX era que una vez ella salía de su
cuerpo él no podia saber dónde ella volaba.
Tal parecía que la frecuencia
de YY era muchísimo mayor que la de XX. Recuerdo que
una vez su esposo pudo verla
salir de su cuerpo y comenzar a volar, la siguió y la persiguió como pudo y no logró nunca alcanzarla. Como dormían en camas separadas, ésta vez se acostó
junto al cuerpo de ella,
para esperarla cuando regresara, para preguntarle qué cambios podría
hacer para que volaran de
nuevo juntos. Ella finalmente
le dijo que lo que necesitaba
era más cariño, atención, ternura y pasión. A partir de ése momento
volvieron a dormir en la misma cama.
Ellos fueron nuevamente felices, continuaron hospedados en mi casa y yo al menos pude
volar acompañado. |
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