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Ágata y Pierre
ya habían estado anteriormente en aquel pueblo de la costa gallega, cercano a
la ría de Corcubión. Su gran playa
les atrajo una tarde cuando se encontraban en Sardiñeiro,
pasando unos días de vacaciones familiares salpicadas de amores furtivos.
Habían llevado unas planchas para que James el hijo menor de Ágata y su amigo
Dan jugaran con las olas. El viento y la mar de aquellos días no eran demasiado
propicios e iban probando por aquí y por allá sin encontrar el lugar idóneo.
Esto era lo que los adultos les contaban a los nenes, en realidad los primeros
querían explorar, los segundos solo querían estar en la propia playa del pueblo
donde se encontraban. Los chicos buscaban estar a su aire la mayor parte del tiempo,
no eran muy expertos con las tablas ni lo suficiente mayores como para
permanecer en la playa horas y horas por su cuenta estando tranquilos los
adultos. Gracias a esta
treta fueron descubriendo algunas playas, a cuál más linda. Las excursiones
terminaban de forma muy parecida. Lo pasaban muy bien los cuatro juntos, aun así siempre acababan pensando... aquí hay que volver...
solos. Así fue como
en una de aquellas excursiones conocieron la playa de Carnota, varios
kilómetros de finas arenas que les permitieron a Ágata y a Pierre dar un gran
paseo por la orilla mientras los chicos, sentados en la arena, oteaban el
horizonte estudiando la naturaleza de las olas y hablando de los temas trascendentales
que se comparten al irse acercando a la adolescencia durante horas y horas… Volveremos solos Después de
unos años volvieron por esa zona de Galicia y pasaron unos días en un pequeño
hotel, maravilloso, en un lugar apartado. Pasaban buenos ratos de relax en la
piscina, pero sobre todo le sacaron partido a la gran cama que realmente eran
dos de un metro juntas. Es decir, dormían cada uno en su colchón, pero
revueltos y alborotados gran parte del tiempo. Era cuando
Pierre estaba preparando su coche para acampar en él, con los asientos abatidos
y una colchoneta que había encargado a la justa medida cabían los dos y
decidieron llamarle “Zaficamper”. Aún no lo
habían estrenado. Por fin uno de aquellos días después de un paseo en solitario
por una playa a la que llegaron un poco a ciegas y después de unos baños en las
aquellas frías aguas, llegó la hora de la comida y decidieron buscar un sitio
para comer. Era el día de la festividad de Santiago, a mediodía en Galicia las
playas vacías y los restaurantes llenos. No se habían percatado de ese detalle.
Al salir del agua se pusieron unos pareos y caminaron hacia el coche que habían
dejado aparcado cerca, a la sombra de unos árboles. Ágata se quitó
el pareo para secarse y vestirse y en ese momento en que se quedó como dios la
trajo al mundo Pierre se imaginó todo aquello saladito y no pudo evitar la
tentación de comprobar como de saladito exactamente y de paso supervisar el
proyecto “zaficamper”. La atrajo hacia el interior la
pidió que cerrara la puerta tras de sí haciendo él lo propio para poder
realizar todo tipo de comprobaciones. Después del
variado aperitivo se vistieron y salieron a buscar un lugar donde les dieran de
comer, se les había hecho tardísimo, no sabían aún que era Santiago Apóstol. Todavía
relamiéndose, con sed por la sal, fueron comprobando que no había mesa en
ningún sitio. Casi sin
esperanza y con mucho apetito de comida llegaron a un restaurante, abarrotado
donde les dijeron lo mismo, que estaba lleno. Cuando apareció la encargada, en
cuanto los vio y comprobó que no habían hecho reserva, se sintió muy
involucrada en la situación de aquella curiosa pareja. Una atenta
mirada, unos cuantos recaditos al oído al resto del personal, de vez en cuando los
miraba, sobre todo a Pierre, y les guiñaba un ojo. A los 10 minutos, mientras
apuraban una segunda cerveza Sofia se acercó a la barra para decirles, al oído
pues había mucho jaleo, que ya tenían preparada la mesa y que sólo les quedaba
una única ración del plato que ese día ofrecían como especial por la
festividad, acompañado por unos pimientos del Padrón
si es que les parecía bien. No les pudo parecer mejor. No tuvieron
que pensar nada, solo en el vino para acompañar. A Ágata le pareció bien pedir
un Albariño y Pierre se acercó, entre todo el barullo, a Sofía para pedírselo
junto con una botella de agua. Nuevamente se lo dijo al oído y ella se lo
confirmó con una sonrisa y un guiño. Ya era tarde
cuando terminaron el postre, tarta de Santiago, y los licores que sin preguntar
les trajo Sofía. Aun así era el momento ideal para marchar hacia el hotel y
aprovechar tanto la habitación como la piscina. Recordando lo divertida que
había sido la mañana no resulto difícil hacer la tarde igualmente divertida.
Ágata curioseando en el teléfono comprobó que el lugar donde habían estado era
la playa de Carnota, que hace algunos años estuvieron con los chicos... con las
tablas... ah si... Y volvieron a volver El año
siguiente de nuevo visitaron aquella zona de Galicia en el entorno de Fisterra.
Esta vez Pierre había montado lo básico de su “Zaficamper”
para acampar en un camping muy familiar pegado a una pequeña playa. La idea era
usarlo únicamente para dormir, haciendo las comidas de restaurante. Al llegar a
Fisterra empezaron a caer unas gotas, ¡qué bien! con el calor que hacía en Madrid
hace unas horas... de aquí al camping escampa...parece que se anima...llevamos
paraguas... está jarreando...ya estamos llegando... Buenas tardes,
queríamos acampar...ni salió la chica de la caseta...ni abrieron los cristales
del coche de lo que llovía...mirando las parcelas libres, estaban todas
encharcadas, todo el camping era un charco. Mira vamos al hotelito justamente
al lado, tendrán alguna habitación. Sí, la tenían, así que se quedaron, sacaron
las cosas del coche y decidieron pasar allí la primera noche, era bastante más caro pero luego lo compensarían las otras dos noches en el “Zaficamper”. Volvieron al camping cuando paró de llover
para comprar una botella de vino y tomar en la habitación con vistas a la playa
lo que llevaban para cenar en el camping, Aprovechando que justamente había una
mesa y dos sillas muy adecuadas para ello. Al día
siguiente hicieron de todo menos abandonar el hotel. Entre otras cosas
decidieron volver a la playa de Carnota, que tan buenos recuerdos les traía.
Después de un rico desayuno en la terraza del hotel, frente al mar, seguido de
un descanso en la habitación se pusieron en marcha con la idea de encontrar el
lugar donde el año pasado había sido el estreno, pero una inoportuna llamada
que Pierre atendió lo más deprisa que pudo y los posteriores comentarios entre
ambos les despistó y fueron a parar a otro lugar de la larguísima playa.
Pasearon, se bañaron y se prepararon para ir a comer, pero en aquel lugar no
había nada interesante y se subieron al coche que estaba aparcado en un lugar
con gente en los alrededores. Decidieron, ya
en el pueblo, buscar el sitio donde aquella vez les trataron tan bien. Lo
encontraron fácilmente y entraron en el local. Una vez enfrente de la barra
mientras esperaban vieron una linda figura que se movía con mucho garbo por el
comedor, se dio la vuelta la figura y al verlos estalló en exclamaciones de
alegría, sois vosotros... que vinisteis el año pasado sin reserva, veros por
aquí otra vez… que bien, besos, besos. Hoy veo que tampoco la tenéis y les
lanzó una mirada pícara y un guiño. Se marchó para volver a buscarlos y acompañarlos
a la misma mesa que la vez anterior. Al pedir la
comanda ellos iban a pedir unas copas de albariño pero
Sofía les invito a que probaran el godello. Así lo
hicieron, comieron el rico pescado cocinado en el momento para ellos con su
guarnición que Sofía les había recomendado, acompañado de dos copas de dicho
caldo de la tierra. Disfrutaron de la comida y después de besos con Sofía se
marcharon al hotel a disfrutar de la siesta y el atardecer. Era la segunda
noche allí y pensaron que les daba pereza instalarse en el camping tan solo
para una noche. Entonces
valoraron la opción de cambiarse para pasar la tercera noche en la pensión del
restaurante donde tan bien les habían tratado ya en dos ocasiones. Al día
siguiente tras el desayuno, despedida de la habitación y recogida dejaron el
hotel y se dirigieron a Carnota. Ese día la cocina del hostal restaurante
cerraba por descanso del personal. Durante el paseo, camino de la playa,
descubrieron un chiringuito que les llamó la atención. La música era muy buena,
tomaron allí un agua mineral con gas. Tras el paseo y el baño, según venían de
la playa sin pensarlo dos veces se sentaron de nuevo. Pidieron de beber, se
estaba muy bien y pidieron de comer. Después de los licores pagaron la cuenta y
caminaron hacia el hostal. La persona que en ese momento cubría la recepción les
entregó la llave. Subieron andando las tres plantas con todo el equipaje y
entraron en la habitación. Se dieron una ducha para quitar el calor y la sal y
se tumbaron debajo de la sábana. Pierre había dejado abiertas la balconera y la
puerta de la habitación. Curiosamente la habitación de enfrente permanecía con la
puerta también abierta pero se veía vacía. Sin darse
cuenta se quedaron dormidos de agotamiento. Pasado un
tiempo indeterminado Pierre escuchó unos pasos subiendo la escalera. Giró la
cabeza y le pareció reconocer a Sofía. Se cubrió con la sábana para intentar en
vano ocultar la leve erección. Ella se dio
cuenta y le regaló de nuevo una sonrisa y le guiñó un ojo, comprobando al
tiempo que Ágata dormía plácidamente. Entró en la que debía ser la habitación
de descanso cerrando la puerta tras de sí. Se le caían
los ojos a Pierre y se quedó dormido con el recuerdo de Sofía sonriendo en el
pasillo. De nuevo se despertó y cuál fue su sorpresa al encontrársela de pie
junto a él, le estaba sonriendo, guiñándole un ojo mientras con el pulgar
cruzando los labios le pedía silencio. No traía
puesto nada, únicamente una toalla que se cayó al suelo cuando se agachó para
besar a Pierre en los labios. Fue un largo y caliente beso mientras acercó la
mano. Pierre alentado la atrajo y la sentó a su lado, también acercó su mano y
ambos comenzaron una suave exploración. Algún gemido
provocó que Ágata después de un largo y reparador sueño comenzara a estirarse. Se interrumpió
el beso, las caricias no. Entonces se cruzaron las miradas entre los tres. Hubo
un tiempo de reacción que Pierre aprovechó para besarla y abrazarla. También
Sofía la besó y acarició suavemente los pechos. Estos se pusieron firmes y los
pezones duros, Ágata se estremeció, se quitó la sabana que le cubría de cintura
para abajo, también la acarició el pecho y cogiéndola del cuello y hombros atrajo
a Sofía hacia el lugar que hasta entonces solo había sido visitado por varones. Pierre
disfrutó contemplando a Ágata tumbada con los piernas
abiertas mientras gemía con los ojos cerrados. Sofía de cuando en cuando
apartada los labios para admirar aquel bellísimo y carnoso lugar de encuentro
que brindó a Pierre y continuaron lamiendo juntos mientras Ágata se excitaba
más y más. En medio de
tanta excitación Ágata estiró una mano, diciendo: haz algo
con ella cariño mío, rey, acaso no ves que estamos las dos deseándolo?
Le condujo hacia la espalda de ella. Y mientras las dos chicas continuaban
dándose placer mutuo Pierre encontró la forma de entrar a Sofía que lo recibió
con sumo agrado mientras degustaba el néctar de Ágata. Le vino un orgasmo,
después otro. Ágata ya había tenido varios. Pierre agradeció estar acompañado
de aquellas dos mujeres multiorgásmicas que enseguida supieron manejar sus
ritmos. No había celos ni rivalidad. Sí había mucha atracción y mucho amor.
Tras un largo descanso Ágata empezó a insinuarse con Pierre para otra partida,
esta vez siendo ella la reina. El entonces la
puso boca abajo y ante la mirada de Sofía que se estaba desperezando empezó a acariciarlas.
Una vez comprobó que ambas estaban mojadas colocó de rodillas a Ágata y
mientras la fue penetrando desde atrás la fue conduciendo hacia la entrepierna
de Sofía. Por primera vez en su vida Ágata se encontró cara a cara con la
intimidad de otra mujer. Cuando se quiso dar cuenta se encontró arrancándole
gemidos de placer a su querida Sofía. De esta forma estaban cerrando el circulo
de amor que después de varios cambios de ritmo y postura y alguna parada llevó
a los tres a un fascinante orgasmo. Se quedaron
hechos un ovillo durante un rato, besos, besos, besos muchos con lengua, caricias,
caricias profundas...hasta que empezó a bajar el sol. Qué tal si nos
vestimos y nos vamos andando hasta la playa, no tardará en ponerse el sol. Te vienes Sofia? Id vosotros Ágata, os sigo en un rato. Os
encontraré... |
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