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SI EL HABITO NO HACE AL MONJE,
LA
SOTANA NO LE QUITA
LO
HUMANO AL CURA.
Desde el altar tenía visibilidad a casi todos los feligreses que
asistían diariamente a misa, pues la capilla era muy pequeña y los conocía casi
a todos. Cuidaba mucho su homilía para que fuera fuerte, clara y concisa y que
llegara al corazón de todos aquellos seres humanos que se reunían a escuchar la
palabra de Dios y así encontrar consuelo para sus vidas.
Llevaba treinta y un años de sacerdocio y desde que se había
ordenado solo se permitía pensamientos para Dios y la Virgen y toda la corte
celestial. Diariamente recibía visitas de personas de toda índole incluía familias
pobres con varios hijos que no habían probado alimento en el día, buscaban que
el buen Padre les consolara su alma y estómago con un pan y una aguadepanela, lo que hacía con todo el amor y entrega para
que tuvieran algo de paz.
Hasta personajes con mucho dinero,
pero infelices por los usos y abusos de las libertades que permiten el hecho de
tener mucha plata; el señor cura de manera muy inteligente iba llevando a los
que tenían un gran remordimiento a la confesión y luego como penitencia les ponía
a rezar avemarías y padrenuestros.
—Padre será que si doy diez millones de pesos usted le pide a Dios
que me perdone?
—No lo dude ni por un momento, no hay necesidad que yo se lo pida,
el ya ve que en su corazón hay deseo de cambio. Le decía el cura al hombre que
estaba arrepentido de haberle robado la alcaldía a su contrincante mediante
marrulladas y miles de trampas.
El sacerdote aprovechaba esos fogonazos de arrepentimientos de los
ricos para organizar mercados, entregar medicamentos y algunas prendas de
vestir a los más necesitados.
Los días no le alcanzaban para cumplir con todas sus obligaciones,
trataba de mantenerse lo más ocupado posible y así acostarse muy cansado para
conciliar el sueño pronto y no permitirse pensamientos ´poco concebibles para
un servidor de Dios. Amaba su vocación y su entrega a los demás era total.
Pero todo estaba cambiando, o tal vez ya había cambiado hacía
tiempo solo que nunca lo había aceptado. El insomnio se hacía cada vez más
insostenible a tal punto de pasar la noche totalmente en vela y no le valía ni
rezar rosarios ni contar ovejas ni mucho menos levantarse a la cocina a tomar
leche caliente.
—Dios mío, otra vez no puede ser.
Era una frase suplicante que hacía el sacerdote al altísimo luego
de buscar refugio en su cama blanda con sábanas sedosas y limpias y de cobijas
calienticas, este era el único placer mundano que se permitía, dormir en una
cama que en las noches atrapara su alma y su cuerpo. Daba botes de lado a lado,
sudaba a chorros desde la coronilla hasta el dedo gordo del pie derecho.
Todo empezó la tarde en que su mejor amiga y confidente a quien
conocía y por quien el creía sentir un simple cariño muy especial desde sus
días de seminarista y a quien también le entregaba su confianza por la gran
ayuda que le prestaba en la labor social de su capilla.
Acudía a ella cuando tenía
algo grave rondando en su cabeza, lo conocía muy bien, esta complicidad se
había afianzado desde que su esposo la abandonó quedando con tres hijos y llena
de deudas, él también fue el paño de lágrimas que volvió a la vida a aquella
mujer.
Aunque madura, aún conservaba parte de su belleza de juventud y lo
mejor de todo, aprendió a ser feliz y a reír y a sonreír
aunque la vida la hiciera flaquear de vez en cuando.
Acababa de despertar de su siesta vespertina cuando sonó su teléfono.
era ella.
—Hola mi querido Padre buenas tardes
—Buenas tardes y eso a que debo tu llamada?, ¿caramba se me olvidó
la reunión? ¿Si era hoy?
—No. No señor es el sábado, pero tengo una gran urgencia de hablar
con Usted.
—Uy, me preocupas, dame un momento ya salgo.
—Si señor, muchas gracias.
Luego del consabido saludo con abrazo y bendición, se sentaron,
ella respiró profundo como queriendo tomar aliento para poder decir algo
—Qué te pasó?
—Padre me voy a España
—Por qué? No me habías dicho nada.
—No quise decir nada hasta no estar segura. Para mí fue muy difícil,
pero ya no puedo mas
—No puedes más con qué
—Ha pasado mucho tiempo desde que mi esposo me abandonó y aún no
puedo superarlo, me duele verlo con ella. Es feliz. Conmigo nunca lo fue. He
encontrado un amor por una red social y me voy a dar una oportunidad. El vive en Barcelona y aunque todo va muy rápido voy a tomar
el riesgo. Quiero que me confiese antes de viajar.
—Cuando sales?
—Mañana. Confiéseme ya porque salgo muy temprano, en la madrugada.
Tendido en su cama tratando en vano de conciliar el sueño, la
recordaba, la añoraba, la necesitaba. Y lo poco que dormía la soñaba.
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