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En un minuto
puede suceder cualquier cosa. El proceso de implantación de una ley para niños
huérfanos o para mujeres maltratadas. Una bomba que cae en el desierto o en un
mercado de abastos. Una niña que
se hace mujer, un embarazo deseado, la caída de un puente sobre un pueblo. La
desertización del planeta, o el aguacero que desborda cauces de ríos, el
tornado que le cae a un hombre que volvía de trabajar con su morral. Aún más
quimérico, la creación de una inmensa burbuja de material ignifugo, que, lanzada
desde el aire, cubriera el incendio, provocando rápidamente vacío en su
interior. En un minuto un agricultor pierde su cosecha, un emigrante pasa la
verja, un gato toca el piano, un ladrón roba en un museo. Cualquier cosa sucede
si una mujer lanza un grito agónico que despierte a su marido, porque vio una
película de vampiros. Un niño se
aferra al mando a distancia del televisor y por un misterioso azar un barco no
naufraga, un anciano se salva de que le roben la pensión de viudedad. Y
mientras yo maldigo el botecito de color rojo que dejaste caer sobre mi vestido
blanco de seda salvaje. Una infinidad
inclasificable de situaciones que me hacen perder la cabeza y puedo cometer
cualquier crimen. |