
Vivió toda su vida como un auténtico
rey, rodeado de lujos, de mujeres y de espejos. Sucumbió al embrujo del
canto de los relojes de cuco y creyó haber conquistado el universo. La
noche se apoderó de su sombra y ya nunca más fue él. Los
pájaros callaban a su paso y la luna dejaba de brillar. Sus ojos negros,
misteriosamente se aclararon hasta convertirse en un azul tan frío y
carente de significado, que helaban hasta el agua del mar.
Veinte soles crecieron en su vientre cuando ella
lo besó. Supo ver entre sus secas ramas la posibilidad de un nuevo
amanecer. Los grillos cesaron de chirriar en su frente y la magia se
alejó de él. Sólo la lluvia lo despertaría de la
muerte, pero ese día no quiso llover.
Gurpegui