Érase una vez una mujer que nació con las orejas hacia dentro




Érase una vez una mujer que nació con las orejas hacia dentro: escuchaba su propio latido, su respiración y las conexiones neuronales de su cerebro.

Érase una vez un hombre que, al nacer, no pudo ver a la mujer que lo parió, pues sus ojos miraban hacia dentro: veía sus sueños por las noches, veía la sangre fluyendo por sus venas, veía la angustia amarrada a la boca de su estómago.

Ambos se conocieron en una noche de marzo.

Ella, escuchó a su corazón latiendo aceleradamente, aumentaron las respiraciones por minuto, pues nunca perdía la cuenta, y todas las conexiones de su cerebro se fundieron dando paso a una melodía dulce que le acompañó de aquí en adelante.

Él, por su parte, reconoció a la mujer de sus sueños al ver cómo la angustia de la boca del estómago se dejaba llevar por la corriente de su sangre hasta desaparecer en la oscuridad.


Gurpegui