Seducción


Zahir le pidió que fuera a verle. Tenía cosas que decirle, que contarle.

Le amaba, le deseaba, le comprendía y le echaba de menos cuando no iba a su Jaima y no se sentaban en la duna de las confesiones.

Quería sentirle siempre, pero sabía que Sherezade y la palabra “siempre” no compartían el mismo diccionario...

Sabía que tenía que conformarse con oir sus pensamientos abstractos, sus relatos y sus razonamientos elaborados para no sentir.

El olor de su pelo y su piel morena la habían embrujado.

Y él que pensaba que nunca más iba a entregarse, lo había hecho sin querer..

Había caído en la tela de araña de Sherezade. Una tela tejida de misterio, afán de posesión y contradicciones..”