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“Heredera
de una sensualidad innata, miraba el mundo con ojos de Halcón. Sagaz,
rápida, acechaba al sinfín de oportunidades disponibles
para todos pero alcanzables sólo para unos pocos. Sherezade vibraba con la VIDA. Seguía su propia música y tocaba sus
instrumentos... Los hombres, las amistades, el dinero...todo
fluía de forma natural a su vida, con un ritmo armónico... Sus mañanas comenzaban siempre igual y
siempre diferentes porque ella era como una caja de sorpresas, dispuesta a
sorprender y sorprenderse en cada aliento. Esa mañana, al salir a pasear, había
tenido un encuentro con un extranjero que sabía iba a volver a
repetirse...” |
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