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Había perdido el miedo porque él, sin
promesas, le había llevado al paraíso de la reconciliación
consigo misma. Con gestos sencillos. Con amor desinteresado. Acompañándola en su vida libre y de desapego. La luna llena fue testigo esa noche de su alianza y de que
aquello que estaban viviendo era más profundo que carnal…” |
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