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“...Y Sherezade pidió una respuesta. Y la respuesta llegó de la forma más inesperada. Miró al horizonte y pidió fuerza para dar el próximo paso. Era 10 de Mayo y amaneció con una conciencia distinta, de poder
personal y voluntad. Puso entre sus manos el cuenco tibetano que compró en su último
viaje. No había conseguido hacerlo sonar en cuatro meses...pero ese día sonó
!!! Por fin... Sus vibraciones estaban armonizadas y de alguna manera ese objeto
le había aceptado. Ya era el momento. Sherezade ya vibraba...” |