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“... Y Sherezade miraba con la profundidad del horizonte que no
alcanzamos a vislumbrar. Había algo en sus ojos que transportaba al paraíso, al
mundo de los excesos y al profundo deseo de conocer su interior. De conocer los secretos de una mujer dulce y distante, amable y
fuerte, blanco y negro. Gris cuando le convenía. Su vida había sido puro negocio. Compraba y vendía amor. Era
la mejor negociante de Arabia Saudí. Su físico, su herramienta de trabajo. Su inteligencia la marea que arrastraba a cualquiera a la orilla
acordada. Su encanto lo que volvía mansa a cualquier fiera. Su frialdad cuando era necesario lo que le daba la victoria final
aunque perdiera pequeñas batallas. Sabía que era una Guerrera y que los guerreros miran de frente,
siempre a los ojos y nunca se dan por
vencidos...” |