Oro




"SHEREZADE miraba siempre sin mirar, influenciable en apariencia y a veces excéntrica por elección propia y para distinguirse del resto de ellas… era la mujer más envidiada del Poblado. 

No había comerciante del Desierto que no le reclamara por sus dotes, su carisma y esa forma de compartir en un corrillo con una copa de licor de almendra... tan femenina y tan de hombres a la vez. 

No podían engañarla porque su padre la enseño el arte del disimulo y a no descubrir nunca sus cartas. Además, con el tiempo ella se convirtió en algo que desesperaba a quien tratara de  domarla... ella decidía cuando obedecer y cuando no.

Amaba al Extranjero, pero estaba lejos...era momento de dejarse llevar por su espíritu indómito e infiel en apariencia...

Cuando el joven Beduino moreno entró montado en el pura sangre negro, Sherezade sintió que su cuerpo danzaba al ritmo de los pasos de ese caballo y de repente él, tiró de las riendas, bajó de la montura y mirándola de arriba a abajo le preguntó.. 

"¿Dónde puedo encontrar quién me venda oro?"

"Acompáñame" musitó Sherezade...

Hay historias que tienen un principio y un final dorado..."